El impacto sanitario de los medios de comunicación en las alertas sanitarias. El caso de la gripe aviaria

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EDITORIAL

El impacto sanitario de los medios de comunicación en las alertas sanitarias. El caso de la gripe aviaria

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A SALUD pública moderna es inconcebible sin considerar el papel de los medios de comunicación. Por una parte, la salud pública usa los medios de comunicación en alguna de sus intervenciones; por otra, el tratamiento que éstos dan a algunas noticias sobre salud puede influir en la salud de la población y en la organización sanitaria. Las crisis sanitarias, supuestas o reales, son un escenario cada vez más frecuente al que deben enfrentarse las autoridades de salud pública. La gripe aviaria ha suscitado la posibilidad de que aparezca una pandemia de gripe humana grave similar a las acaecidas durante el siglo pasado. Las enfermedades transmisibles han sido el origen fundamental de las crisis más importantes de salud pública, que por lo general se han acompañado de un alto grado de alarma social. Por ejemplo, la enfermedad meningocócica ilustra bien cómo una enfermedad transmisible es capaz de crear una gran alarma no sólo en la población general, sino incluso entre los propios profesionales sanitarios. Ciertas características epidemiológicas, tales como su elevada letalidad, la afectación de niños y adolescentes previamente sanos o la rápida evolución en los casos de pronóstico infausto, han sido elementos fundamentales para el temor a esta enfermedad, a pesar de su limitada capacidad de transmisión. En el caso de la gripe aviaria, su carácter transmisible y la amenaza grave que supone, particularmente cuando se evocan antecedentes tan trágicos como la pandemia de 1918, considerada la más letal de la historia, activan el imaginario social sobre la vida y la muerte. La capacidad del virus aviario H5N1 de cruzar la barrera de especie hasta causar más de 150 casos en humanos, la amplia extensión y persisten-

cia de la panzootia manteniendo así la amenaza, el amplio tratamiento por los medios de comunicación y algunas declaraciones de responsables sanitarios han contribuido, en conjunto, a crear cierto grado de alarma. Justo es reconocer que en esta crisis muchos medios de comunicación han estado a gran altura proporcionando información exacta del problema y contribuyendo con artículos excelentes a realizar una magnífica divulgación de las cuestiones científicas que plantea la gripe aviaria. El papel de los medios de comunicación es decisivo en la creación de opinión y, en especial, en el riesgo percibido por la población, que a veces puede alejarse mucho del riesgo real. El reto de las autoridades sanitarias consiste en actuar atendiendo al riesgo real al tiempo que, mediante un esfuerzo de información y formación, tratan de conseguir aproximar la valoración del riesgo percibido al real y evitar, o al menos minimizar, la aparición de alarma social injustificada. El impacto de la alarma creada por la amplia difusión en los medios de comunicación de la alerta sobre la gripe aviaria ha tenido básicamente efectos en las autoridades sanitarias –incluido el dispositivo de salud pública– y en la población general. Ante cualquier alarma, una de las prioridades de las autoridades sanitarias consiste en responder públicamente a la situación. Sin embargo, la salud pública no cuenta con una organización y profesionalización adecuadas para responder a la demanda de los medios de comunicación. A este déficit se une la precariedad general de los recursos de salud pública, de forma que los técnicos responsables de la investigación y toma de medidas de control de la crisis deben repartir su tiempo con la respuesta a

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los medios de comunicación. Cuando la alarma no está justificada, gran parte de la actividad es tiempo perdido, y su impacto dependerá de la credibilidad atesorada por las distintas autoridades y del grado de seguridad político-técnica que les permita dirigir la situación sin mayores problemas. En este punto cabe recordar que la transparencia informativa es un requisito de la actuación de las autoridades de salud pública; son muchos los ejemplos –la pandemia de gripe de 1918 es el paradigma de los efectos deletéreos de la censura informativa– que muestran cómo la opacidad acrecienta trágicamente los problemas y tiene el efecto de tierra quemada sobre la credibilidad de las autoridades ante futuras crisis sanitarias. En el caso de la gripe aviaria, la respuesta de las autoridades sanitarias españolas ha sido bastante adecuada y es destacable que, ante demandas de información por parte de los medios de comunicación, en ocasiones oportunas, haya derivado la respuesta a sociedades científicas acreditadas, como, por ejemplo, la Sociedad Española de Epidemiología. Decimos que la respuesta ha sido adecuada en la medida que ha conseguido minimizar la exagerada alarma suscitada por las declaraciones de algunos responsables sanitarios mundiales y europeos. Recordemos que, por razones no aclaradas, a finales de 2005 lo que debía ser un mensaje dirigido a las autoridades sanitarias de ciertos países para que preparasen planes de respuesta ante una posible pandemia de gripe alcanzó a la población de todos los países. Cabría preguntarse si es acertado dedicar tanto esfuerzo a planes de respuesta ante una potencial amenaza que quizá nunca se concrete, si es oportuno descuidar otros asuntos de salud pública que son causa de morbimortalidad perceptible diariamente, mientras el dispositivo de salud pública se centra en sucesivas crisis reales o supuestas. Antes que nada debemos recordar que, si se produjese una pandemia de gripe y los servicios asistenciales y de salud pública no hubiesen establecido los recursos y los mecanismos adecuados de intervención, estaríamos ante una irresponsabilidad. Lo que debe conseguirse es que el esfuerzo que se está haciendo en nuestro país, y en la mayoría de ellos, sea de utilidad para cualquier acontecimiento de estas características. Pensemos que la intensidad del actual esfuerzo se debe a que no se ha previsto anteriormente una situación de esta envergadura, en general por la debilidad de la salud pública. La clave con-

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siste, por tanto, en aprovechar esta crisis para fortalecer los sistemas de salud pública1. En ocasiones como ésta, los servicios asistenciales colaboran más fluidamente con los de salud pública, y se presenta la oportunidad para crear dispositivos de alarma y respuesta estables que puedan responder ante cualquier crisis, incorporando en cada caso la especificidad imprescindible para cada problema de salud. Se trata de evitar que los dispositivos diseñados en esta ocasión se desmantelen y deban organizarse de nuevo en la próxima crisis; de hecho, en muchos ámbitos se han aprovechado dispositivos creados con motivo del síndrome respiratorio agudo grave. Ésta es la senda razonable. En la población general los medios de comunicación crean opinión y modulan la percepción de riesgo. Los primeros efectos de respuesta a la percepción de riesgo son los relacionados directamente con el consumo, si el proceso que crea la alerta está relacionado, directa o indirectamente, con éste. El primer efecto remarcable de la denominada “crisis de las vacas locas” fue el importante descenso del consumo de carne de vacuno, que en España duró aproximadamente 4 meses. Con la gripe aviaria, uno de los primeros efectos detectados ha sido el descenso pasajero del consumo de productos derivados de las aves y el incremento de la demanda de vacuna antigripal. En el inicio de la campaña de vacunación frente a la gripe, se agotaron las existencias de vacuna antigripal en los establecimientos de farmacia. En la medida que haya brotes de gripe aviaria cercanos o en el propio país, es muy posible que aumente el uso de servicios sanitarios ante la presencia de síntomas relacionados con el síndrome gripal, tal como ha ocurrido en varios países afectados. En el caso de algunas enfermedades transmisibles, el incremento del uso de servicios y la generalización del uso de pruebas diagnósticas han dado lugar a seudoepidemias (por resultados falsos positivos)2. La población puede experimentar otros efectos y otras respuestas, desde el acaparamiento de fármacos a la presentación de problemas relacionados con el temor a la enfermedad. No se dispone de información fundamentada sobre estos fenómenos más allá de las anécdotas; de hecho, es muy escasa la bibliografía científica sobre los fenómenos de crisis sanitarias y medios de comunicación. Por ejemplo, cruzando (enero de 2006) en PubMed los términos MeSH “disease outbreaks” y “mass media” se

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encuentran 104 artículos; en el Sociological Abstracts apenas se obtienen documentos de interés. Un aspecto delicado que nunca debe olvidarse en la configuración de la opinión pública a través de los medios de comunicación y las fuentes que los alimentan es la posibilidad de que algunas crisis sanitarias agudas o crónicas estén fomentadas por intereses. Ésta es una hipótesis que, sin caer en paranoias, no debe descartarse. Al respecto son interesantes las recientes discusiones sobre la epidemia supuesta o real de obesidad3,4. En conclusión, los efectos de los medios de comunicación tanto por la forma de tratar la información como por la intensidad puede contribuir a trasformar alertas sanitarias en alarmas. Su papel y alcance es de tal importancia en la salud pública moderna que es inexcusable que desde los dispositivos de salud pública se disponga de respuestas planificadas para realizar un trabajo estrictamente profesionalizado con los medios de comunicación. La profesionalización de la respuesta a los medios

permite no sólo dirigir apropiadamente las crisis, sino también trabajar continuamente todos los aspectos que conciernen a la salud pública.

ILDEFONSO HERNÁNDEZ-AGUADOa Y ROSA RAMÍREZb a

Departamento de Salud Pública. Historia de la Ciencia y Ginecología. Universidad Miguel Hernández. San Juan de Alicante. Alicante. España. b Servicio de Epidemiología. Comunidad Autónoma de Madrid. Madrid. España.

Bibliografía 1. Godoy P. Pandemia de gripe aviar: un nuevo desafío para la salud pública. Gac Sanit. 2006;20:4-8. 2. Brezis M, Schwaber MJ. Mass media – Induced availability bias in the clinical suspicion of West Nile Feber. Ann Intern Med. 2004;140: 234-5. 3. Orbach S. There is a public health crisis – Its not fat ton the body but fat in the mind and the fat of profits. Int J Epidemiol. 2006;35:67-9. 4. Campos P, Saguy A, Ernsberger P, Oliver E, Gaesser G. The epidemiology of overweight and obesity: public health crisis or moral panic? Int J Epidemiol. 2006;35:55-60.

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