El papel de Alcohólicos Anónimos en la rehabilitación del paciente

El papel de Alcohólicos Anónimos en la rehabilitación del paciente

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El papel de Alcohólicos Anónimos en la rehabilitación del paciente Comité de Información Pública Área 6 (Barcelona, Girona y Lleida). España.

El Programa de Alcohólicos Anónimos Los grupos de Alcohólicos Anónimos (AA) se reúnen en casi todos los países del mundo, y actualmente hay entre 2 y 3 millones de miembros en recuperación. En España se celebran miles de reuniones cada semana a lo largo y ancho del país. Aunque cada grupo de AA es semiautónomo y el formato de la reunión puede variar un poco de grupo en grupo, básicamente las reuniones consisten en un intercambio de experiencias sobre el tema de cómo vivir una vida productiva y feliz sin el alcohol y en cómo corregir los defectos de carácter que tienden a acercarnos a la bebida. No se pagan cuotas para poder asistir a las reuniones de AA. No aceptamos dineros ajenos –ni públicos ni privados– para sostenernos. Pasamos una bolsa en cada reunión para pagar el alquiler del local que ocupamos y los pocos gastos que tenemos para mantener: un teléfono de contacto, una pequeña oficina central y realizar nuestras publicaciones. Cada miembro decide si desea contribuir a la bolsa. La experiencia colectiva de los miembros de AA nos ha llevado a las siguientes conclusiones: 1. El alcoholismo es una enfermedad crónica. 2. Sólo la abstinencia total hace posible que un alcohólico pueda recuperarse (un alcohólico no puede volver a beber y llevar una vida normal). 3. Sin el apoyo de un grupo, es muy difícil que el alcohólico permanezca sobrio. El programa de recuperación de AA se basa en una serie de acciones consecutivas que nos llevan a dejar de beber y luego, paulatinamente, a incorporarnos a una nueva forma de vida sin alcohol. Estas acciones las llamamos “pasos”. Son 12, que van desde el reconocimiento de nuestra derrota ante el alcohol hasta la convicción de que la forma de recuperarnos pasa ineludiblemente por la ayuda a otros alcohólicos. 626

FMC. 2007;14(10):626-7

Enfermos problemáticos Sabemos que los alcohólicos somos unos enfermos dificilísimos porque, a pesar de saber en el fondo que tenemos problemas con el alcohol, lo negamos. Somos incapaces de reconocer ante otra persona –ya sea un amigo, un familiar o un médico– que no podemos controlar la bebida y, además, nos permitimos el lujo de sentirnos ofendidos. A pesar de nuestra desesperación, nuestra dependencia del alcohol nos impide ver más allá de nuestro mundo de ficción alcohólica. Llega un momento en que no podemos más y, a pesar de todo, seguimos solos, intentando infructuosamente luchar de una forma engañosa, cambiando el tipo de bebida, poniéndonos horarios para beber que no podemos cumplir, haciéndonos promesas… En fin, intentando que el dolor profundo que llevamos dentro desaparezca. Si ante la insistencia de la familia o los amigos nos dignamos a presentarnos a la consulta médica, solemos quejarnos de depresión, falta de comprensión por parte de nuestro entorno, y mil problemas personales, pero rara vez estamos dispuestos a admitir que bebemos más que “lo normal”. Si un análisis o prueba demuestra que la bebida nos está haciendo daño, afirmamos que “podemos controlarlo” y podemos dejar de beber cuando queramos. En fin, solemos ser embusteros, porque no vemos cómo podemos aguantar una vida sin alcohol.

La llegada al grupo: la identificación Cuando llegamos a un grupo de AA por primera vez, nos reciben personas que nos dicen que son como nosotros. No nos preguntan nada personal, sino que nos cuentan su experiencia con la bebida, cómo pasaron por los mismos problemas y cómo el alcohol les había dejado sin dignidad. Poco a poco perdemos la desesperada sensación de soledad que nos ha acompañado durante años y nos sentimos fuertemente identifica-

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dos con nuestros interlocutores. Estaban tan enganchados a la bebida como nosotros y han tenido los mismos problemas, pero ahora no beben y son felices. Empezamos a sentir una leve esperanza: si ellos lo han conseguido, ¿por qué no yo? La apariencia de los miembros del grupo nos sorprende: gente de todas las edades y condiciones, con buen aspecto, la mirada limpia y contentos. Nos hablan, nos dicen sus nombres de pila y que son alcohólicos. Nos dan sus números de teléfono y nos dicen que, ante la tentación de beber, llamemos a cualquier hora del día o de la noche. Nos recomiendan que asistamos a tantas reuniones cada semana como podamos al principio para poder pasar estos primeros días tan difíciles. Cuando empezamos la recuperación, desde el primer momento notamos un gran cambio. No bebemos, y solamente este hecho nos proporciona bienestar. Nos sentimos felices por haberlo logrado. Pero conforme van desapareciendo los efectos del alcohol y vamos teniendo la mente más clara, nos damos cuenta de la verdadera dimensión de lo que nos rodea. Mientras bebíamos, íbamos destruyendo todo lo que teníamos a nuestro alrededor –familia, trabajo, relaciones–. Todo está mal, y para enfrentarnos a ello tenemos que estar en el grupo. Allí empezamos a identificar la verdadera característica de nuestro día a día. Tenemos que dar un cambio fundamental a nuestra vida, si no, sencillamente volveremos a beber o viviremos mal, lo que irremediablemente también nos acercará a la copa. Para que un alcohólico pueda ser feliz debe dejar de beber, pero para dejar de beber debe ser feliz. Y aquí empieza realmente el trabajo personal de la recuperación: hablando en el grupo, sacando todo lo que nos duele y escuchando a los demás, poco a poco vamos identificando lo que nos ha llevado a beber. Porque la bebida es sólo una de las consecuencias de nuestro verdadero problema, la incapacidad para poder vivir. Se necesita la cabeza muy clara para solucionar todo esto. El hecho de haber dejado de beber la aclara mucho, pero necesitamos la experiencia del grupo y la disciplina del programa de recuperación para alcanzar el equilibrio y el sano juicio. Mientras las demás personas iban madurando y formando sus propias vidas, nosotros nos dedicábamos a beber y a destruir nuestro entorno. Ahora nos hace falta tiempo y trabajo para reconstruir. Es duro identificar nuestra verdadera naturaleza, lo conseguimos con la fuerza que nos dan personas iguales a nosotros, que –con distintos matices– han pasado por lo mismo que estamos pasando nosotros. Y ahora viven bien. A medida que vamos asistiendo a los grupos, vamos soltando lo que nos duele y absorbiendo de los demás. Vamos comprendiendo que para conseguir la verdadera sobriedad no nos sirve llevar una existencia monótona, aunque eso sí, sin beber. Necesitamos más. El programa de AA se basa en la espiritualidad, no como un concepto religioso sino como la búsqueda de un sentido en nuestras vidas con la ayuda a los demás. Ya no nos sirven las antiguas reglas de ir sobreviviendo a trompicones, pasando por

la vida dando bandazos. Eso fue lo que nos llevó a beber. Hemos de conseguir tener opinión, que lo que pensemos y hagamos coincida. Poder exponer una idea y saber por qué. En fin, toda una serie de cosas que de una manera natural se aprenden a lo largo de la vida, pero que nosotros no hemos podido hacer porque, en vez de madurar, nos hemos dedicado a beber. No somos culpables de nuestro alcoholismo –todo lo que hayamos podido hacer mientras bebíamos, sin alcohol seguramente no lo habríamos hecho–, pero sí, responsables. Debemos empezar a saldar nuestras deudas, poco a poco, conscientemente, tanto en el aspecto material como en la relación con la gente. No como un simple arrepentimiento sino como una propuesta de reparación, siempre que con ello no hagamos un daño mayor. Intentamos ceñirnos a un código ético y vivir de acuerdo con él. Esta consecución de tareas hace difícil que el alcohol encuentre un resquicio en tu mente.

¿Cómo empezó Alcohólicos Anónimos? Hace 71 años un hombre llamado Bill, que había logrado permanecer sobrio por primera vez en varios años, buscó a otro alcohólico porque había observado que sus deseos de beber disminuían cuando trataba de ayudar a otros “borrachos” a permanecer en sobriedad. Contactó con el Dr. Bob, un médico que también tenía problemas con la bebida. Se dieron cuenta de que su capacidad para permanecer sobrios parecía estar muy relacionada con la ayuda y el estímulo que pudieran darle a otros alcohólicos. Fundaron los primeros grupos de AA.

Alcohólicos Anónimos y el médico de cabecera AA tiene una larga historia de cooperación con la medicina. No somos profesionales. Cuando entra un recién llegado con problemas médicos, legales, psiquiátricos o laborales, le recomendamos que consulte con el profesional en cuestión. Tampoco creemos ser la única la única alternativa para dejar de beber, pero entendemos que mucha gente ha podido conseguirlo con nuestro programa y que el médico de cabecera desea poder ofrecer muchas alternativas al paciente que puede tener problemas con la bebida.

¿Cómo contactar con Alcohólicos Anónimos? Aunque disponemos de oficinas locales en varias regiones de España, la Oficina de Servicios Generales podrá facilitar información y números de teléfono locales. Llamando al 98556-6345 podrán informarles sobre cualquier pregunta que tengan y enviarles toda la información que deseen. FMC. 2007;14(10):626-7

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