Editorial

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EDITORIAL L comunicación que el niño establece con el mundo que le rodea, desde su nacimiento va constituyéndose en un sistema de señales cada vez m...

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comunicación que el niño establece con el mundo que le rodea, desde su nacimiento va constituyéndose en un sistema de señales cada vez más complejo: el lenguaje. El lenguaje permite al niño aumentar sus posibilidades de desarrollo intelectual, es un instrumento básico para la comunicación e indispensable para el pensamiento. La falta de audición afecta a la adquisición del lenguaje y hace que el niño sordo sea más vulnerable a las alteraciones en los procesos psicológicos: personalidad, madurez social y afectiva, y desarrollo cognitivo. El niño oyente, desde que nace, realiza un proceso de comprensión, relaciona las palabras que percibe mediante la audición, con la experiencia, y así va enriqueciendo su lenguaje interior y receptivo, base de su posterior lenguaje. El niño sordo ha de formar su lenguaje interior y receptivo utilizando una modalidad sensorial diferente: visual, táctil-cinética, una combinación de ambas... El diagnóstico precoz de la sordera permite una actuación temprana —desde el momento en que la deficiencia auditiva se conoce—, para paliar en lo posible los trastornos provocados por la falta de audición. Es positivo y decisivo el apoyo prestado a los padres, en este primer momento, para descargarles de su ansiedad y temor y ayudarles a comprender y aceptar el hándicap y, al mismo tiempo, para estimularles a que colaboren en el entrenamiento de los ejercicios preverbales y de estimulación precoz. En la estimulación precoz del sordo es necesario llevar a término una intervención que abarque un entrenamiento auditivo y de todas las vías posibles de percepción sensorial, que permitan al niño diferenciar las sensaciones acústicas, sonidos y elementos de codificación, y que enriquezcan la experiencia del niño; por otra parte, ha de contemplar los niveles que integran el lenguaje: el nivel fónico, el nivel del significado y el nivel sintáctico. El niño privado de audición tiene pocas oportunidades de «oír» la palabra; por ello hay que buscar todas las ocasiones y crear situaciones, con el fin de mantener un nivel de interacción verbal suficiente. Le tenemos que crear la necesidad de «escuchar» para que pueda elaborar su pensamiento y estimular su comunicación. El lenguaje que se dirige al niño sordo debe ser natural, ocasional, vivencial y, al mismo tiempo, organizado. Cualquier método o medio que se aplique en la enseñanza del lenguaje del deficiente auditivo deberá tener como meta principal la comunicación. Corresponde a los profesionales realizar una programación sistemática inicial que considere y valore cada uno de los ítems deficitarios en las diferentes etapas y sirva para evaluar a cada niño en particular, en cada nivel evolutivo, la adquisición de su lenguaje.

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