Estrategia en seguridad del paciente del Sistema Nacional de Salud

Estrategia en seguridad del paciente del Sistema Nacional de Salud

Estrategia en seguridad del paciente del Sistema Nacional de Salud E. Terol y Y. Agra La misión de la medicina y del sistema sanitario en su conjunto...

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Estrategia en seguridad del paciente del Sistema Nacional de Salud E. Terol y Y. Agra

La misión de la medicina y del sistema sanitario en su conjunto es la de curar, y, si esto no es posible, mejorar la calidad de vida y aliviar el sufrimiento. Pero la combinación compleja de procesos, tecnologías e interacciones humanas que caracterizan la atención sanitaria hacen que esta actividad, sometida en ocasiones a un elevado grado de incertidumbre y un estrecho rango de riesgo-beneficio, pueda ser responsable de un porcentaje elevado de efectos adversos a los pacientes. Es preciso tener en mente este efecto paradójico del sistema sanitario y analizar de una manera rigurosa y objetiva los datos epidemiológicos disponibles en relación con los efectos que el propio sistema y su actividad tienen sobre la salud de los ciudadanos. Se consideran efectos adversos al conjunto de posibles lesiones o daños que afectan al paciente, incluyendo la incapacidad, muerte o prolongación de la estancia o la necesidad de cuidados, relacionados con el proceso asistencial y no con la enfermedad subyacente. Se puede afirmar que al menos un 10% de los pacientes que ingresan en un hospital sufren un efecto adverso derivado directamente de la actuación del propio sistema y que alrededor del 50% de estos efectos adversos son prevenibles. Estos resultados se repiten de manera similar en los estudios epidemiológicos desarrollados en los últimos 20 años. Las causas más frecuentes de estos efectos adversos son: el uso de medicamentos, las infecciones y las complicaciones perioperatorias. En España, según el estudio ENEAS, la incidencia de efectos adversos en los hospitales relacionados con la asistencia sanitaria es del 9,3%, de los que casi el 43% serían evitables. En EE.UU. el concepto de seguridad del paciente fue precedido por el de gestión de riesgos en los años 1970 a 1990. La crisis de los seguros de mal praxis y de las aseguradoras sanitarias y la posterior implantación de nuevos modelos de gestión sanitaria hicieron que las organizaciones sanitarias dieran una orientación básicamente de tipo financiero a la prevención. Aunque ésta se centraba en los riesgos generados por el aumento de los litigios y demandas y el coste de los seguros de responsabilidad civil, el modelo de trabajo era similar al desarrollado por la industria aeroespacial a partir de la década de 1950 y que tan buenos resultados había alcanzado. De manera paulatina se inició a finales de la década de 1980 un cambio de planteamiento hacia la identificación y prevención de riesgos sanitarios y de mejora de la seguridad y la calidad, y se iniciaron programas de formación y gestión de riesgos dirigidos a los profesionales sanitarios. La conocida publicación de 1993 To err is human, del Instituto de Medicina (IOM) de EE.UU., representó una llamada de atención que fue mucho más allá del impacto que se espera de una publicación científica. Su publicación fue decisiva para la definición de nuevas políticas de mejora de la calidad y la seguridad en EE.UU. y en el mundo. Fue el comienzo de una línea de pensamiento, de investigación y de multitud de intervenciones orientadas a paliar esta situación, que se ha ido extendiendo como una mancha de acei-

te primero en el mundo anglosajón (Canadá, Australia, Reino Unido) y posteriormente en Europa. Esta línea de pensamiento se ha identificado con fuerza con el concepto de seguridad del paciente, un elemento trasversal de la calidad, pero a la vez una idea con una fuerza muy poderosa, por lo que tiene de sencillez y claridad para cualquier persona. Los daños que se pueden ocasionar a los pacientes en el ámbito sanitario y el coste que suponen al sistema sanitario son de tal relevancia que las principales organizaciones de salud, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el Comité de Sanidad del Consejo de Europa, así como diversas agencias y organismos internacionales, han desarrollado estrategias en los últimos años para proponer planes, acciones y medidas legislativas que permitan controlar los efectos adversos evitables en la práctica clínica. La Alianza Mundial por la seguridad del paciente de la OMS creada en 2004 ha venido desarrollando un ambicioso programa de trabajo que aborda los principales retos y áreas del conocimiento en seguridad del paciente, y ha conseguido una amplia implicación de países de todas las regiones del mundo y de profesionales a través de sus “retos” bianuales en seguridad del paciente: atención limpia es atención segura y la cirugía segura salva vidas desde 2005 a 2008. En 2009 se lanzará el reto sobre prevención de las resistencias a antibióticos e infección nosocomial. El Consejo de Europa aprobó en 2006 las recomendaciones en seguridad del paciente, por las que se insta a los más de 50 países que integran esta organización a incluir a la seguridad del paciente en el centro de todas las políticas sanitarias pertinentes, a elaborar un marco político en materia de seguridad y a elaborar un sistema para la comunicación de los incidentes relacionados con la seguridad del paciente. Uno de los efectos más poderosos y enriquecedores generados en el contexto del movimiento por la seguridad del paciente ha sido la creación de redes formales e informales con la participación conjunta y cooperativa de instituciones, agencias y centros académicos y de investigación de todo el mundo. La Comisión Europea, por ejemplo, a través del grupo de trabajo sobre seguridad del paciente constituido en 2005, ha conseguido integrar a los representantes de los 27 países miembros de la UE, a la OCDE, OMS, Consejo de Europa, y a los representantes de los médicos, enfermeras y farmacéuticos europeos, así como a los pacientes y a otras organizaciones profesionales y de investigación. El resultado de esta colaboración han sido la Comunicación de la Comisión Europea y las Recomendaciones para el Consejo de la Unión Europea en seguridad del paciente e infecciones asociadas a asistencia sanitaria, que está previsto aprobar en los próximos meses y en las que se insta a los Estados y a la Comisión a priorizar la seguridad del paciente como un elemento transversal a todas las políticas sanitarias y a desarrollar una serie de compromisos específicos. Desde el año 2005, el Ministerio de Sanidad y Consumo (MSC), a través de la Agencia de Calidad, viene desarrollanMed Clin (Barc). 2008;131(Supl 3):1-3

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do, en coordinación con las comunidades autónomas (CCAA), una estrategia en seguridad de pacientes cuyo objetivo es promover una asistencia sanitaria más segura en los centros asistenciales del SNS. Esta estrategia ha sido impulsada por el MSC a través de diferentes instrumentos financieros (convenios, subvenciones y otras convocatorias) acordados con los servicios de salud de las CCAA. Las líneas financiadas han incluido, entre otras, la investigación epidemiológica, las actividades de formación e información a profesionales y pacientes, los sistemas de identificación inequívoca de pacientes, la prevención de la infección nosocomial, la higiene de manos con solución hidroalcohólica y la creación de unidades funcionales de gestión de riesgos. También han sido desarrollados en la mayoría de las CCAA programas y actividades relacionados con el análisis de la percepción y opinión de los profesionales y sistemas de notificación de efectos adversos, entre otras iniciativas. El primer trabajo incluido en este número describe de forma resumida las actividades que desde la Agencia de Calidad se vienen desarrollando a través de acuerdos específicos con las CCAA, universidades, sociedades científicas y otras organizaciones estatales con el fin de promover la cultura de seguridad y la implantación de prácticas seguras en todos los ámbitos sanitarios. La descripción de las acciones se acompaña de los accesos a los estudios producidos y a los recursos puestos a disposición de los profesionales con el fin de facilitarles el acceso a información clínica de calidad. A través de estas páginas se intenta acercar a los clínicos a distintas experiencias de utilidad para la práctica de unos cuidados más seguros. La mayoría de la información disponible sobre efectos adversos y seguridad del paciente proviene de hospitales de países con alto grado de desarrollo económico y social y con sistemas sanitarios reconocidos por su capacidad técnica y su efectividad, no existiendo prácticamente información epidemiológica procedente de países en desarrollo o de economías en transición donde probablemente el problema será de mayor magnitud. Existe también insuficiente evidencia sobre la frecuencia y las causas implicadas en la producción de los efectos adversos en los diferentes ámbitos sanitarios, y esta información es prácticamente inexistente en ámbitos de actividad sanitaria diferentes al hospitalario, como la atención primaria, la atención domiciliaria, los centros de cuidados sociosanitarios o los de salud mental. Por eso es necesario desarrollar más estudios de investigación en seguridad de pacientes que ayuden a los clínicos y gestores a buscar propuestas concretas de mejora para reducir el riesgo de los pacientes. Estos estudios deben responder a una serie de aspectos clave abordados en el segundo trabajo de esta monografía que permitan mejorar la investigación en SP y su traslación a la práctica clínica. El resultado de los estudios desarrollados en la actualidad en estos ámbitos, como el estudio APEAS en atención primaria en España o el estudio IBEAS en Iberoamérica, y otros impulsados por la Alianza Mundial por la seguridad del paciente de la OMS en el norte de África, nos proporcionarán una foto más completa de la realidad. La cultura de la seguridad, tal como es conocida en otros ámbitos complejos, como la aviación o la industria energética, está poco extendida en el mundo sanitario. Es un elemento crucial en el cambio de los procedimientos y en la implantación de medidas de eficiencia probada en la prevención y la minimización de riesgos y efectos adversos. Promover cambios culturales en todos los niveles de la or-

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ganización es el objetivo central de todas las políticas orientadas a la mejora de la seguridad de los servicios sanitarios. La medición de la cultura de seguridad ofrece una perspectiva de la implicación que los profesionales (directivos y clínicos) pueden tener en la implementación de prácticas seguras y facilita el diseño de estrategias orientadas a conseguir organizaciones comprometidas con la comunicación. La medición de la percepción de los profesionales y pacientes ha sido promovida desde la Agencia de Calidad a través de la financiación de diversas acciones. En este monográfico se presentan tres trabajos, dos sobre la percepción de los pacientes y uno sobre la percepción de los profesionales que aportan conocimiento sobre un tema poco estudiado aún en nuestro sistema sanitario. Los efectos adversos debidos a medicamentos son la primera causa de efectos adversos en los estudios epidemiológicos hospitalarios y en atención primaria. Los medicamentos y su relación con la seguridad del paciente son probablemente el paradigma de este problema por la transversalidad que tienen los medicamentos en todo el proceso de atención sanitaria, por su uso generalizado, y en ocasiones con una alta complejidad y estrecho margen riesgo/beneficio, y por el hecho de que incluye todos los ingredientes implicados en los fallos de sistema ligados al factor humano (comunicación, información, calidad de los registros clínicos). Se presentan los resultados de un ambicioso trabajo sobre el estado de la seguridad del uso de los medicamentos en más de 100 hospitales españoles, que ha permitido además poner a disposición de la comunidad científica y los gestores un instrumento validado para la autoevaluación y la mejora continua en este ámbito. Según el estudio ENEAS, el segundo factor más frecuentemente asociado a los efectos adversos es la infección nosocomial. Un elemento imprescindible en la prevención de infección nosocomial es disponer de información estandarizada que permita monitorizar y evaluar tanto la incidencia y prevalencia como el impacto de las intervenciones realizadas. En este ámbito, como en otros relacionados con la seguridad del paciente, las intervenciones conocidas, sencillas y, en general, baratas, como la higiene de manos, son las más efectivas. Disponer, por lo tanto, de información de calidad a través de indicadores validos y fiables nos permitirá actuar de una manera ordenada e identificar los puntos y los centros que precisan de medidas correctoras. En España hay dos sistemas de vigilancia epidemiológica, ENVIN-HELIC y EPINE, que desde principio de la década de 1990 han permitido disponer de esta información esencial. Se presenta en esta monografía una revisión de los indicadores de infección nosocomial utilizados en España, así como los resultados de éstos correspondientes al año 2007. La promoción de la aplicación de prácticas seguras ha sido uno de los objetivos clave de la estrategia en seguridad del paciente del SNS. La implantación de buenas prácticas es una de las estrategias recomendadas por las principales agencias y organismos internacionales. Instituciones y organismos como la OMS, el National Quality Forum (NQF), AHRQ y Joint Commission, entre otros. La estrategia en SP ha priorizado en los últimos años varias de estas prácticas en función de la evidencia de su impacto y factibilidad. Muchas de ellas están basadas en medidas sencillas y perfectamente conocidas orientadas a los problemas más frecuentes y prevenibles, tales como las complicaciones de la anestesia, las fracturas de cadera secundarias a caídas en pacientes sometidos a cirugía, las úlceras por presión, la trombosis venosa profunda, la infección en herida quirúrgi-

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ca, la cirugía en lugar equivocado, los errores de medicación o los efectos adversos en la atención correcta al embarazo, parto y puerperio. Se presentan en esta monografía experiencias de varias CCAA relativas a la prevención de la infección nosocomial, la adecuada identificación de pacientes y la creación de unidades funcionales de gestión de riesgo. Finalmente, se incluye un trabajo que hace referencia a los recursos que las tecnologías de la información ponen a disposición de los profesionales para proporcionarles información sobre SP y excelencia clínica. Se ha avanzado de manera muy importante en España en el ámbito de la seguridad del paciente en los últimos años. La estrategia seguida desde la Agencia de Calidad, en alianza

con las instituciones sanitarias, académicas, científicas y las sociedades profesionales y asociaciones de pacientes, está permitiendo múltiples intervenciones sinérgicas a todos los niveles. Este despliegue ha implicado un importante esfuerzo económico y humano, y es preciso asegurar su sostenibilidad futura. Sin embargo, son todavía escasos los datos relativos al impacto y eficiencia de las intervenciones desarrolladas siendo necesario profundizar en su evaluación mediante el diseño y aplicación de herramientas y escalas de medida asequibles, válidas y fiables. Por último, cabe señalar que el principal reto a abordar en el futuro es que la seguridad del paciente deje de ser una estrategia originada en los “despachos” para ser un elemento familiar y cotidiano de todos los profesionales del sistema sanitario.

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