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Rev. Logop., Fon., Audiol., vol. IX, n.º 3 (130-133), 1989
DEFICIENCIAS AUDITIVAS Y PSICOSIS INFANTIL Por Rosa Gras Bros C.P.E.D.S. Fundació Caixa de Pensions
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N este texto presentamos un análisis, que se basa en la experiencia de doce años de trabajo con niños afectados por sorderas profundas o severas, y en las reflexiones sobre la dificultad de poder hacer un diagnóstico diferencial, en los casos que la deficiencia auditiva está asociada a un cuadro psicopatológico, con sintomatologías próximas a la psicosis infantil. «La existencia de un déficit sensorial priva al niño de la fuente de información que normalmente le permite descubrir el mundo en una interacción circular repetida durante mucho tiempo, antes de ser dominada y posteriormente interiorizada en su psiquismo. La ausencia del retorno auditivo habitual invalida todo un canal comunicativo». Estas palabras del Dr. Ajuriaguerra enmarcan nuestro pensamiento sobre lo que significa la deficiencia sensorial auditiva. Hasta hace poco tiempo la sordera era una deficiencia mal conocida y la visión que socialmente se tenía era la de la persona adulta sordo-muda. La ausencia de lenguaje ha sido considerada como un handicap importantísimo que influía en el desarrollo intelectual y social del niño sordo. AUDICIÓN Y DESARROLLO Es conocido por todos que el sonido, el ruido y el habla tienen una importancia fundamental para el desarrollo cognitivo y afectivo del niño.
Cualquier sonido tiene un significado para todos nosotros, los pasos nos dicen si una persona está lejos o cerca, una sintonía musical nos anuncia el comienzo de un programa de televisión... Los bebés captan mensajes continuados a través del sonido y prioritariamente los elementos suprasegmentales del lenguaje, como la entonación y el ritmo. Melher y Brazelton han demostrado que un bebé entre 4 y 6 semanas diferencia la voz de la madre de las otras voces. El bebé sordo tiene unas carencias en todos estos aspectos que vienen dadas por el propio déficit y que influirán en su desarrollo global. LA DEFICIENCIA AUDITIVA Pensamos que la deficiencia auditiva se ha de analizar desde dos puntos de vista: Por una parte, la dotación genética inicial que puede modificar algunos ejes de desarrollo y por otra parte, la interacción con el medio, es decir, la forma como este déficit es vivido por parte de los padres y del propio niño. Aunque para el especialista la deficiencia auditiva determina comportamientos significativos desde los primeros meses de vida (como por ejemplo la mirada del niño sordo con la que suple la falta de información auditiva, la poca respuesta al sonido, al ruido y a la voz, la falta de emisiones orales o la emisión incontrolada de sonidos en el caso de sorderas profundas). Éstas no son tan evidentes para el medio familiar y social. El hecho de que el lenguaje oral no sea rele-
Correspondencia: Rosa Gras Bros. Fundació Caixa de Pensions. Sant Pere Més Alt, 4. Barcelona.
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vante en los primeros años de vida y que sin embargo sea éste un síntoma evidente de la pérdida auditiva, permite a menudo el camuflaje social del déficit. Este hecho influye positivamente ya que el niño sordo recibe un feed-back más gratificante de su entorno que aquellos niños afectados por otras deficiencias, lo que repercutirá positivamente en todo su desarrollo global. No obstante, no hemos de olvidar que el desconocimiento de cómo influirá la deficiencia auditiva en el proceso de crecimiento global de su hijo hace que existan también momentos críticos para los padres de los niños sordos, como son el momento en que se les comunica el diagnóstico y el momento en que se aplica la prótesis auditiva. No hace falta remarcar la importancia de que en estos momentos los padres se encuentren acogidos y orientados para que el vínculo afectivo-comunicativo madre-niño quede mínimamente afectado y no interfiera en el desarrollo evolutivo del niño ni en su capacidad de establecer buenas relaciones sociales con su entorno. En resumen, los siguientes elementos describen como puede influir la interacción con el medio en el desarrollo global del niño sordo: la visión social del déficit, el aislamiento del mundo sonoro que le rodea, la forma como es vivida la deficiencia auditiva y el hecho que en los primeros meses de vida el medio familiar y social no encuentre rasgos muy diferenciados entre el bebé sordo y el normal.
SORDERA Y PSICOSIS INFANTIL Al hacer esta descripción de las condiciones relacionales y de vida del niño con su entorno, podría parecer que postulamos que la psicosis infantil tiene como única etiología las alteraciones relacionales madre-niño. No es nuestra intención pronunciarnos sobre las teorías existentes, que en el caso del niño sordo no nos llevarían a negar una etiología de base orgánica. Autores como Ajuriaguerra, Aimard y Altshuler describen el comportamiento del niño sordo y coinciden en otorgarle rasgos comunes de poca tolerancia a la frustración, comportamiento colérico y ego-
céntrico, dificultades para entender y experimentar los sentimientos del otro... Estas descripciones, sin embargo, tienden a encasillar el comportamiento del niño sordo presentando estos rasgos como inherentes al déficit. No hemos de olvidar el cambio que ha habido en estos últimos años en la visión social de la deficiencia auditiva y en la forma de abordarla. El diagnóstico precoz, la forma diferente de acoger al bebé y a la familia, y los avances tecnológicos respecto a las prótesis auditivas son tres puntos esenciales que han contribuido en la evolución de las ideas respecto al déficit. EL DIAGNÓSTICO PRECOZ La intervención precoz con niños afectados de sordera permite una prevención terapéutica para anticipar la posible acumulación de problemas que surgen cuando el entorno del niño se muestra desorientado o incapaz de intervenir adecuadamente en su evolución. La mayoría de especialistas coinciden en que la evolución educativa de un niño sordo está íntimamente ligada al momento que ha sido diagnosticado el déficit y que ha comenzado un programa de estimulación precoz, Griffeths, Löwe. Existe un consenso, igualmente, que considera que los centros superiores, entre ellos los auditivos, sólo se desarrollan en la medida que reciben estímulos sonoros desde el nacimiento. La carencia de estímulos los hará permanecer infrautilizados y fijarse de esta manera. Los datos sobre la maduración psicofisiológica, de niños con o sin déficit auditivo, muestran que los tres primeros años de vida son esenciales para el desarrollo. Es importante que el niño aprenda a utilizar toda la información sensorial disponible y ayudarlo a construir buenos hábitos de atención auditiva, para aprovechar al máximo sus restos, que le serán de gran ayuda en el proceso de aprendizaje del lenguaje. Es necesario que los padres tomen conciencia que la actitud del niño respecto al entorno sonoro no es un hecho relacionado exclusivamente a sus restos auditivos, sino que forma parte de un proceso más global, en el que la aplicación precoz de la prótesis auditiva juega un papel fundamental. La buena aceptación 131
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por parte de los padres de los audífonos y la comprensión de la importancia que tienen en todo el proceso de aprendizaje del lenguaje será un elemento básico de aceptación de la prótesis por parte del niño sordo. Ésta debe ser concebida como elemento imprescindible que le permitirá aprovechar al máximo su capacidad auditiva e interactuar con el medio. El trabajo longitudinal con nuestra población durante estos doce años nos ha hecho ver las diferencias existentes en la rentabilización de los audífonos, en lo que se refiere a la voz y a la adquisición del lenguaje, entre los niños que han estado acogidos y protesizados en los primeros meses de vida y los niños que no iniciaron este proceso hasta los tres años o, incluso, más tarde. No obstante a pesar de que la educación precoz ha incidido muy positivamente en todos los aspectos citados anteriormente, si reflexionamos profundamente sobre nuestra población, vemos que existen diferentes tipologías relacionadas con el déficit que se repiten, y que a nuestro juicio son tipologías distintas. No nos parece adecuado hablar de una sordera única, sino de diferentes tipologías, por lo que no se puede plantear una relación psicosis infantil-sordera, sino una relación entre psicosis infantil y cada una de las diferentes tipologías. En nuestra experiencia de trabajo con el niño sordo, hemos encontrado niños que, aparte de la sordera, presentaban un cuadro o rasgos de psicosis. Estos casos abarcan desde niños diagnosticados como sordos, que no teman déficit auditivo sino que presentaban un cuadro psicótico, a niños que presentaban sordera al mismo tiempo que rasgos psicóticos. La gran dificultad en todos estos casos ha estado en poder hacer un diagnóstico diferencial, ya que hay sintomatologías que presenta la sordera, sobre todo en niños diagnosticados tarde, que pueden confundirse con rasgos de psicosis: por ejemplo, la ausencia de lenguaje, los trastornos en la comunicación, la inestabilidad, un juego simbólico pobre...
de aprendizaje para que el niño sepa diferenciar los tonos puros y participe activamente en los juegos auditivos que se le proponen. A pesar de que actualmente existe la prueba de los Potenciales Evocados Auditivos, que es de gran ayuda para poder hacer un diagnóstico diferencial, no nos aporta, sin embargo, datos totalmente fiables. Es así como en nuestra práctica hemos encontrado numerosos casos de niños diagnosticados de sordera, pudiendo verificar después de un tiempo de seguimiento que no existía una pérdida auditiva. Pensamos pues que para poder hacer un buen diagnóstico diferencial, hace falta un seguimiento continuado del caso y una observación minuciosa de las diferentes conductas ante el sonido. Estaríamos de acuerdo con los autores organicistas como Lovaas y Koegel, que remarcan que los niños con rasgos de autismo son auditivamente más sensibles a los sonidos leves, por ejemplo un papel de celofán arrugado, el click de un video, etc., que a los sonidos graves muy fuertes, un redoble de tambor, un portazo, etc. Este es un hecho que hemos constatado y que nos ha ayudado en numerosas ocasiones a hacer un diagnóstico diferencial. Otro elemento que dificulta este proceso es el hecho que para algunos padres resulta más fácil aceptar un diagnóstico de sordera que un diagnóstico de psicosis, lo que contribuye a lentificar el diagnóstico. Finalmente, el diagnóstico se torna más complejo cuando existen rasgos de psicosis muy relevantes, asociados a la sordera. En estos casos ha sido muy difícil diferenciar lo que pertenecía propiamente a la deficiencia sensorial de lo que estaba más relacionado con los rasgos psicóticos. Ilustraremos estas dificultades con el resumen de un caso, destacando que presentamos sólo algunos elementos del tratamiento, no todos los pasos que hemos seguido en la elaboración del diagnóstico diferencial. PRESENTACIÓN DE UN CASO
DIFICULTADES DEL DIAGNÓSTICO DIFERENCIAL Es difícil realizar mediciones auditivas con niños de primera infancia, ya que ha de existir un tiempo 132
Queremos citar aquí el caso de un niño que llegó al C.P.E.D.S. a la edad de 2 años, con unos Potenciales Evocados Auditivos de sordo, con una etiología no precisada, aparentemente congénita, ya que tenía
otro hermano sordo. Este niño presentaba conductas que evidenciaban claramente una psicosis infantil: No se comunicaba ni con el gesto, no prestaba ninguna atención a su entorno, tenía la mirada ausente, presentaba numerosas estereotipias y se autolesionaba frecuentemente; a esto se agrega que no establecía contacto ni con la madre ni con los otros niños. Para poder desarrollar un diagnóstico en una primera etapa, fue necesario trabajar con la familia y especialmente con la madre. Se trataba de que el núcleo familiar aceptara un segundo caso de sordera. A esto había que agregar la aceptación de la problemática relacional que generaba el mismo niño (autolesionarse, gritar, pegar al hermano, destruir objetos). Este seguimiento resultó indispensable para que los padres pudieran aceptar que este comportamiento no era una consecuencia de la sordera. En una segunda etapa, recomendamos la integración del niño a la guardería. A través de las observaciones del niño en este nuevo medio social se avanzó en la hipótesis del diagnóstico: Por una parte, la manera como establecía contacto con los niños, las respuestas auditivas al sonido, al ruido, a la voz y los tonos puros permitió afinar las características del déficit auditivo, cuyo nivel se situaba en una pérdida severa. Simultáneamente, y aunque establecía contacto con el entorno, éste se daba en unos parámetros distorsionados que estaban indicando una patología relacional importante. Habiendo podido constatar, a través del análisis del comportamiento del niño en este entorno social diferente de la familia, que sus trastornos de comportamiento eran más importantes que la deficiencia auditiva, entramos en contacto con un especialista en tratamientos de niños con psicosis infantil. No obstante continuamos viendo al niño diferenciando los dos tratamientos. Nuestro trabajo se centró en el asesoramiento a los padres y al especialista que realizaba el tratamiento comportamental, en todos los aspectos relacionados con el déficit auditivo, la observación minuciosa de la pérdida del niño y del proceso que hacía en la aceptación de la prótesis. El objetivo de este trabajo era el de confirmar y afinar el diagnóstico. En general ésta es nuestra actuación en los casos de niños que tienen pérdida auditiva pero que la sintomatología más importante es la psicosis. En todos
estos casos nos hemos puesto en contacto con especialistas, que nos han asesorado y que han asumido el tratamiento del niño con nuestra colaboración en todos los aspectos que se relacionan con la sordera. Finalmente queremos subrayar que no todos los casos que han presentado problemas conductuales han sido niños con rasgos psicóticos. Hemos tenido diversos casos de niños sordos con trastornos importantes de comportamiento en el momento que fueron acogidos por C.P.E.D.S., trastornos que han ido superando durante su proceso educativo. Por lo demás en nuestra población hemos encontrado nueve casos que presentaban cuadros psicóticos, de los cuales 2 no eran sordos y 7 lo eran, cotejando estos casos con la población total que hemos seguido, su proporción es tan baja que no permite la relación de la sordera con la psicosis infantil. Basamos nuestras reflexiones en nuestra población y en nuestra práctica, en la cual el seguimiento minucioso de los casos nos ha permitido hacer diagnósticos diferenciales de los niños, clarificar los problemas en lo referente a los padres, en fin, dar a cada caso la orientación más adecuada para la familia y sobre todo para el propio niño. RESUMEN Se hace una reflexión sobre aquellos casos de niños que, asociado al déficit auditivo, presentan una psicosis infantil. Se insiste en las dificultades de valoración y se refiere la experiencia de un caso. BIBLIOGRAFÍA Ajuriaguerra, J. de, y Marcelli, D.: Manual de Psicopatología del niño, 2.ª ed. Masson, S. A., Barcelona, 1987. Brazelton: El saber del bebé, Ed. Paidós, Barcelona, 1989. Griffiths, C.: Conquering childhood deafness, Nueva York, 1967. Lovaas, y Koegel: El Autismo, Jesús Garanto-Alos, Biblioteca de Psicología. Löwe: Detección, diagnóstico y tratamiento temprano en los niños con problemas de audición, Ed. Médica-Panamerican. Recibido: mayo de 1989.
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