Enferm Clin. 2011;21(3):125—126
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EDITORIAL
Facultades versus escuelas de enfermeria Faculties versus schools of nursing Pilar Tazón Ansola Escuela de Enfermería de San Sebastian, Universidad del País Vasco, Gipuzcoa, Espa˜ na
El nuevo espacio europeo de educación superior (EEES) supone un conjunto de reformas que deben llevarse a cabo en las universidades para converger hacia un espacio europeo común. Ello supone, entre otros cambios, una modificación importante en la estructuración del desarrollo académico de todas las titulaciones en tres niveles de formación: grado, máster y doctorado. Dicho marco ha permitido que las perspectivas futuras de formación rompan un techo inalcanzable hasta este momento en enfermería. Cualquier profesional de enfermería diplomado o grado podrá realizar su formación académica completa sin que sea necesario recurrir a otras disciplinas, lo que supone la consolidación y el reconocimiento de poder desarrollar el cuerpo propio de conocimientos y, por lo tanto, una mejora y avances científico y profesional. Unido a estos cambios, hay que indicar que, hasta dichas reformas, la denominación de los centros estaba vinculada al nivel de estudios superiores oficiales que estábamos autorizados a impartir, existiendo una diferenciación entre facultades (licenciaturas, doctorado) y escuelas universitarias (diplomaturas). En este nuevo escenario, la Ley Orgánica 4/2007 de 12 de abril, en su artículo 7 se˜ nala que «Las universidades públicas estarán integradas por escuelas, facultades, departamentos, institutos universitarios de investigación y por aquellos otros centros o estructuras necesarios para el desempe˜ no de sus funciones». Desaparece la denominación de escuelas universitarias y se incorpora como nombre de centro las «escuelas». A la luz de los textos legales, el cambio de denominación puede ir hacia cambiar el nombre de «Escuela
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Universitaria de Enfermería» a «Escuela de Enfermería» o a «Facultad de Enfermería». Aunque en muchos casos serán las políticas universitarias las que marquen las decisiones en la denominación de los centros, actualmente muchas escuelas de enfermería se encuentran en un periodo de reflexión sobre la adecuación de la denominación. Las escuelas están dando pasos mayoritariamente hacia la denominación de facultad de enfermería. En algunos casos al tener vinculadas más titulaciones, se ha modificado el nombre de escuela por facultad, manteniendo la denominación de todas las titulaciones adscritas (facultad de enfermería, fisioterapia, podología y terapia ocupacional), y en otros casos se ha utilizado el nombre de facultad de ciencias de la salud para cobijar a todos los estudios vinculados a estas ciencias. El hecho de que muchas de las escuelas estén optando por la denominación de facultad viene dado, por un lado, por el hecho de equipararnos al resto de los centros universitarios, y quizá también por un anhelo histórico y las connotaciones y carga simbólicas que tiene la denominación. Un viejo aforismo dice que lo que tiene nombre existe y lo que no tiene nombre no existe. El lenguaje constituye para nosotros una herramienta básica y poderosa, ya que un conjunto de letras o sonidos consigue hacer aparecer en nuestra mente al elemento designado (Foucault, 2001), y las facultades de enfermería representan todos los avances conseguidos. Existen, por otro lado, motivos académicos que aconsejan en muchos casos los cambios de denominación expresados en nuevas estructuras para crear departamentos, mejoras en la investigación y diversas atribuciones y competencias. Desde esta realidad, muchas escuelas modificarán su denominación y otras no. Ahora bien, no deberemos poner
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126 en dicha denominación, aunque tiene su importancia, toda la carga de reconocimiento que hemos perseguido y que hemos conseguido porque correremos el riesgo de llamarnos de diferente forma pero no avanzar. La equiparación con el resto de las disciplinas, a nivel académico y avance científico, la dará el enfoque adecuado de la formación, reflexionando sobre los perfiles de egreso y las necesidades de avances en la investigación del cuidado que mejoren su calidad. Eso requerirá tiempo, tiempo para que los grupos de profesorado evolucionen hacia equipos docentes y de investigación a medida que adquieran la capacidad de autoorganización. Todo ello supone un cambio cultural, ir a la estructura profunda de las organizaciones y modificarla hasta el punto de que permita, mediante los procesos y movimientos que en ella se impriman, impulsar la consolidación de otras formas de hacer y trabajar. Las escuelas de enfermería, como escuelas universitarias y muy vinculadas al ámbito profesional, siempre se han caracterizado por su gran implicación y su vinculación al proceso docente, sin tener que responder «específicamente» a
P. Tazón Ansola indicadores altos de investigación. Una de las críticas que se han realizado desde las escuelas universitarias es que la investigación tiene mayor reconocimiento que la docencia tanto académico como económico e incluso de prestigio social. Ahora nos llega el tiempo de investigar, gestionar e impartir una docencia de calidad, lo cual requerirá grandes dosis de dedicación y esfuerzo que deberemos equilibrar, sin olvidar que tanto la investigación como la gestión, además de estar al servicio del avance de la disciplina, están al servicio de la docencia. Comenzamos en una nueva etapa del desarrollo de la formación en enfermería y, por lo tanto, del avance de la profesión desde la posibilidad de alcanzar los mayores niveles de desarrollo científico y académico, pero debemos responder con humildad a dicho reto, sabiendo que estamos situadas en una posición de grandes posibilidades de avance. Las escuelas hemos acogido este nuevo escenario como una gran oportunidad, liderándolo de forma competente en un marco institucional delimitado por metas claras y unos alineamientos éticos y científicos con la profesión de enfermería.