Cartas al Editor: La segunda opinión
Manuel Clavel· Escribano
Hace unos días, mientras paseaba por los alrededores de mi casa, sentí un dolor punzante irradiado desde la planta del pie hacia el tercer y cuarto dedos. Mi esposa -al ver que cojeaba- me preguntó cómo era el dolor. Tras describírselo, me dio de inmediato su diagnóstico: es un neuroma de Morton. Recordó que hacía un par de años, ella había sufrido un dolor similar y en esa ocasión yo le había sugerido el mismo diagnóstico, recomendándola el cambio de calzado que solucionó afortunadamente su síndrome doloroso. Con este sentido común que suelen tener las mujeres, me aflojó los cordones de mis nuevos deportivos -a los que yo había aplicado un nudo tan fuerte y seguro como el nudo quirúrgico- y mi dolor comenzó a aliviarse. Reflexioné de inmediato en voz alta, comentándole la alta probabilidad que tiene un ciudadano cualquiera, preocupado por un dolor de parecidas características, y que acuda a una consulta de especialista, de que se inicien rápidamente los trámites para una intervención quirúrgica. Sin duda es una exageración lo que yo acababa de decir, aunque pienso que aquélla iría decreciendo según el ciudadano acuda a una consulta de especialista de mutua, y más aún, a un especialista de la medicina privada propiamente dicha. Siempre he observado -y puede que esté en un errorque los hijos de los médicos son operados con menos frecuencia de amigdalitis y apendicitis, que los que no tienen la fortuna de serlo. Aún diré más, es casi seguro que reciben menos tratamientos antibióticos por afecciones inflamatorias del tracto respiratorio alto, que raras veces los precisan. Soy hijo y nieto de médicos homeópatas y desde que era pequeño y sufría los síntomas de malestar que todos conocemos como «empacho», incluso otras pequeñas afecciones intestinales, mi padre ordenaba de inmediato el dictum -que él debía de haber estudiado en algún libro de medicina- de «hambre aguda». Era una forma lógica de aplicar la clásica norma de reposo al órgano enfermo. Recuerdo un trabajo de K.nowles -que suelen esgrimir con frecuencia los defensores de la medicina pública-, de-; cano de la Universidad de Harvard, donde estadísticamente se detectaba que el porcentaje de tonsilectomías y apendicectomías, era más elevado en un área de Boston con familias de alto poder adquisitivo, que en otras áreas de la ciudad. El estudio es de hace varios años. Como se ha visto posteriormente el número de intervenciones quirúrgicas no 154
siempre indica una buena medicina, ni es un dato que permita asegurar el nivel de excelencia sanitario de una población. En mi etapa de residente de Cirugía General en los hospitales estadounidenses, recuerdo que los compañeros bromeaban acerca de la triada sintomática necesaria para diagnosticar la apendicitis aguda: Abdominal pain, Blue Cross, y Blue Shield. Estos dos últimos eran los seguros privados que cubrían la eventualidad del cirujano y del hospital. Hace muy pocos años recibí un Boletín del American College of Surgeons, donde se aconsejaba implantar la «segunda opinión» (the «second surgical opinion»). Se trataba de que los pacientes, una vez diagnosticados y sentado el criterio quirúrgico, acudieran a otro especialista para escuchar una «segunda opinión» y comprobar si coincidía con la del primero. No quisiera pecar de malpensado al sugerir que dicha medida, fue aconsejada por el American College of Surgeons, para mejor cubrir las espaldas a sus asociados en caso de una demanda por mala práctica, y no tanto como preocupación por lo que podríamos denominar excesiva cirugía o cirugía innecesaria. La medida parece sensata. Ya me lo decían a mí en mis primeros pinitos en la medicina rural del bajo Aragón: cuatro ojos ven más que dos. ¿Cómo debe de articularse esa segunda opinión? Desconozco como lo hacen en Estados Unidos, pero es muy probable que se utilice una fórmula muy similar a la que utilizamos en nuestro país. Al paciente se le envía a buscar esa segunda opinión a algún colega, prestigioso por supuesto, que sabemos que va a opinar de manera muy similar y, sobre todo, que no intentará quedarse con el paciente. Estoy seguro de que en aquel país, algunos que no son tan confiados, bucearán en las páginas de los Who's Who (Quien es Quien) para intentar elegir otro buen especialista basándose en su excelente curriculum vitae. Desgraciadamente no siempre un excelente curriculum quiere decir que el especialista sea igualmente excelente. Bromas aparte tenemos que reconocer que buscar una segunda opinión por parte del paciente es una medida aconsejable. Aceptándolo, también hemos de decir que no es fácil. Para que esta propuesta tenga un beneficio para el paciente -lo que es y debería ser nuestro principal objetivohemos de actuar con lealtad al enfermo, rigor, justq y documentado criterio, y sin duda alguna, compañerismo.