ORIGINALES
Las voces activa y pasiva en la literatura médica en España y en Estados Unidos. Estudio comparativo J. Locutura Rupéreza y F. Ledesma Martín-Pintadob a
Sección de Medicina Interna. Hospital General Yagüe. Burgos. b Centro de Salud Cerro del Aire. Madrid.
La mayoría de los manuales de estilo y escritura científica recomiendan limitar el uso de la voz pasiva, prefiriendo las formas activas. Para conocer el grado de seguimiento de esta recomendación hemos realizado un análisis de una muestra de artículos de revistas españolas y estadounidenses de dos épocas distintas (1989 y 2001). El uso de la voz activa está disminuyendo en España hasta ser casi anecdótica, mientras que aumenta en Estados Unidos. En ambas épocas los autores americanos la utilizan más que los españoles. Se discuten las posibles razones de esta situación y se sugieren eventuales soluciones. PALABRAS CLAVE: lenguaje médico, voz pasiva. Locutura Rupérez J, Ledesma Martín-Pintado F. Las voces activa y pasiva en la literatura médica en España y en Estados Unidos. Estudio comparativo. Rev Clin Esp 2003;203(9):423-5.
Never use the passive voice where you can use the active GEORGE ORWELL (Politics and the english language, 1946).
Con el uso de la voz pasiva en la literatura médica española parece ocurrir el mismo fenómeno que con ciertos programas de la llamada televisión-basura: nadie los ve (al menos si atendemos a lo que dicen nuestros conocidos), pero arrasan en los índices de audiencia. La mayor parte de las opiniones de expertos recomiendan evitar el pasivo en los escritos médicos, tanto en español 1-3, idioma en que esta construcción es muy poco frecuente, como en inglés 4-8, aunque su uso en esta lengua sea mayor. Sin embargo, da la impresión de que la voz pasiva se va extendiendo de manera acelerada en la literatura médica, y más aún en la española que en la anglosajona. Con el fin de comprobar si esto es así o si se trata de una mera sensación personal hemos realizado una revisión de artículos de revistas españolas y estadounidenses de los años 1989 y 2001 estudiando el empleo relativo de las voces activa y pasiva.
The active and passive voice in the medical literature in Spain and in the United States. A comparative study The majority of the manuals on style and scientific writing recommend limiting the use of the passive, preferring the active forms. In order to know the degree of monitoring of this recommendation we have carried out an analysis of a sample of articles of Spanish and United States journals in two different times (1989 and 2001). The use of the active voice is declining in Spain even being almost anecdotal, while in increases in the United States. In both times evaluated the American authors use the active voice more than the Spanish. The possible reasons of this situation are discussed and solutions are suggested. KEY WORDS: medical language, passive voice.
Material y métodos Definiciones La voz activa es aquella construcción del verbo en la que el sujeto realiza la acción del verbo («el médico prescribió un tratamiento»), mientras que en la pasiva el sujeto recibe la acción llevada a cabo por otro («un tratamiento fue prescrito por el médico»). Es preciso diferenciar dos formas pasivas: la propia o perifrástica, y la pronominal o refleja. La primera es formada con el verbo ser y el participio del verbo que expresa la acción («la ley de la gravedad fue enunciada por Newton»). La voz pasiva refleja, de uso más frecuente tanto en el lenguaje corriente como en el científico, se compone con la partícula se (carente de valor reflexivo), seguida del verbo que expresa la acción y de un sustantivo que constituye el sujeto gramatical («se realizó un estudio sobre la voz pasiva»).
Revistas valoradas Los números de diciembre de los años 1989 y 2001 de las siguientes revistas: Medicina Clínica, Revista Clínica Española, Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica, American Journal of Medicine y JAMA.
Criterios de análisis Correspondencia: J. Locutura. Sección de Medicina Interna. Hospital General Yagüe. Avda. del Cid, 96. 09005 Burgos. Correo electrónico:
[email protected] Aceptado para su publicación el 9 de octubre de 2002.
1) Número de voces activas: teniendo en cuenta que tanto por lo señalado por otros autores 7 como por nuestra impresión de la lectura habitual de diversas revistas la voz pasiva es usada con más frecuencia que la activa, decidimos contar el número de veces en que esta última construcción aparece en los artículos examinados. Rev Clin Esp 2003;203(9):423-5
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2) Artículos incluidos y excluidos: determinamos estudiar únicamente los artículos incluidos en los epígrafes «original», «original breve», «nota clínica» y «cartas al director», considerando que estos artículos son los que deben reflejar la escritura científica como testimonio de una investigación personal, mientras que las revisiones y artículos similares traducen el estado actual de conocimientos generales sobre una materia. 3) Exclusión de ciertas formas gramaticalmente activas: esta restricción se estableció durante el proceso de revisión al encontrarnos, de manera aislada eso sí, con expresiones gramaticalmente activas, pero cuyo espíritu es aún más pasivo, si se puede decir, que el de la propia voz pasiva. Unos ejemplos serán más útiles que largas explicaciones: expresiones como «los autores revisaron» o «nuestro laboratorio realizó» son, para nosotros, tanto o más pasivas conceptualmente que «se obtuvieron los siguientes resultados» y por ello no fueron consideradas como activas. 4) Omisión de voces reflexivas. Es necesario señalar que la construcción pasiva pronominal o refleja sólo puede realizarse en tercera persona y relacionada con hechos u objetos, nunca con personas. La razón es evitar la ambigüedad, ya que si el sujeto de la pasiva refleja es una persona, la frase puede ser malinterpretada dado el posible valor reflexivo del se: la expresión «se distribuyeron los enfermos en dos grupos» significa, en buena ley, que los pacientes se asignaron a sí mismos a uno u otro grupo. En función de estas consideraciones, expresiones como la citada, aunque formalmente activas, pero por intención de uso pasiva refleja (mal usada), han sido, pues, juzgadas como pasivas.
Criterios de valoración En vista de la inexistencia, a nuestro saber, de estudios similares, no nos fue posible encontrar un criterio de valoración estandarizado o validado que nos indicara la bondad o idoneidad de uso relativo entre la voz activa y la pasiva en la escritura médica. Decidimos, pues, crear un indicador lo más sencillo posible y de utilidad comparativa: el número de voces activas encontradas dividido por el total de páginas revisadas.
Resultados Se señalan en la tabla 1. Comentario Las posibles razones para el imperio de la voz pasiva en la literatura médica de los últimos decenios han sido analizadas en excelentes revisiones, tanto en revistas españolas 1,2 como americanas 6,7 e inglesas 8 a las que remitimos al lector. Entre otras se ha citado la búsqueda de la impersonalidad 6 creyendo que el empleo de la pasiva, con lo que ello implica de aparente falta de implicación del autor en el discurso científico, otorga un mayor grado de objetividad. El problema es que la voz pasiva no es más «científica»; simplemente TABLA 1 Uso de la voz pasiva en España y en EE.UU.
Número de voces activas Número de páginas Voces activas/página
424
España 1989
España 2001
EE.UU. 1989
EE.UU 2001
137 111 1,23
79 94 0,84
144 101 1,43
208 103 2,02
es más imprecisa 1, como lo prueba de manera tangencial el ejemplo antes citado del mal uso de la pasiva refleja («se distribuyeron los enfermos en dos grupos»). Para evitar la construcción activa se ha podido invocar también la búsqueda de la generalización 7. Bajo la capa formal de frases como «se concluye del estudio que...», muchos autores pretenden que su tesis se integre en un cuerpo científico global, impoluto y verdadero, olvidando que la decisión de diseñar ese estudio (y no otro), con objetivos, métodos e interpretaciones personales, es propia de los investigadores y no de un ente abstracto superior. Y si en el proceso científico los autores no son comparsas, tampoco lo son en la redacción del artículo, que, por más que algunos quieran dar esa impresión, no se escribe solo 2. Algún autor aislado 9 ha llegado a pretender que la voz pasiva induce a la precisión e incluso a la probidad y que la activa conduce a inconsistencias. Cabe recordar al respecto que no sólo medianías científicas, sino hasta conocidos fraudes han sido redactados en términos aparentemente «científicos», esto es, impersonales y con profusión de voces pasivas. Frente a esto la frase “Si, por ejemplo, digo: el tren llega aquí a las siete en punto, quiero decir algo como esto: la situación de la manecilla pequeña de mi reloj en las siete y la llegada del tren son acontecimientos simultáneos», tan personal, activa y hasta vulgar que probablemente fuera rechazada por la mayoría de los revisores actuales, pertenece a uno de los artículos científicos más trascendentes del siglo pasado: aquel en que un oscuro revisor de patentes llamado Albert Einstein planteaba el principio de la relatividad 10. Como es posible que algún lector piense que este modo de escribir es una excepción en ciencia, recordaremos el comienzo de otro escrito de 1953: «Queremos sugerir una estructura para la sal del ácido desoxirribonucleico (ADN). Esta estructura tiene nuevos rasgos que son de un interés biológico considerable» 11, del que no es menester señalar su alcance para las ciencias biológicas. Los manuales de estilo y tratados de escritura científica tampoco dejan de señalar la conveniencia de evitar en lo posible la construcción pasiva 3,4. Es significativo a este respecto que en la reseña realizada en JAMA de la última edición del Manual de Estilo de la American Medical Association 5 se indique como primer factor justificativo del aumento de tales tratados «la necesidad de desalentar el uso de la voz pasiva», por delante de «promover la claridad y la concisión» o «estandarizar las referencias». La profusión de voces pasivas en los escritos médicos sería, pues, para el comentarista, un pecado más grave y frecuente que la falta de claridad. A pesar de que tanto en artículos como en tratados a los que se les reconoce un cierto valor canónico la mayoría de autores se decantan por evitar en la medida de lo posible la voz pasiva en la literatura biomédica, los datos de nuestro estudio nos hacen pensar que la mayoría silenciosa de los autores médicos se pronuncian por lo contrario. El uso de la voz activa, más que norma, es excepción en las revistas examinadas. Encontrar entre 0,84 y 2,02 construcciones activas por página de texto (siendo pasivas las demás, no cuantificadas pero indudablemente mucho
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más numerosas) demuestra claramente, a nuestro juicio, que el autor médico, tanto en español como en inglés, se encuentra más cómodo en el terreno de la impersonalidad que en una actitud de exposición y defensa personal de sus argumentos. Somos conscientes de que nuestra revisión adolece de algún defecto metodológico. La elección de las revistas estudiadas es arbitraria y por ello puede no ser estrictamente representativa del lenguaje médico. Creemos, no obstante, que al tratarse de revistas de reconocido prestigio el posible sesgo sería más bien hacia una mayor tendencia a cuidar el lenguaje; el autor pondrá más esmero, tanto en el diseño y realización del estudio como en su redacción, si se plantea enviarlo a cualquiera de las revistas examinadas que a una gacetilla de ámbito parroquial. Puede ser asimismo discutible la elección de ciertos criterios de análisis, como la exclusión de voces formalmente activas, pero impersonales semánticamente; nuestra intención no era realizar un estudio gramatical puro, sino aproximarnos al conocimiento del grado de despersonalización de la literatura médica actual. No creemos, sin embargo, que análisis metodológicamente más rigurosos pudieran arrojar resultados y permitir conclusiones muy diferentes. Más preocupantes y dignas de reflexión que posibles vicios de nuestra revisión nos parecen las tendencias que se pueden deducir de la comparación de los datos en función de la época y del lugar de publicación. No caben muchas interpretaciones: los médicos españoles somos menos «activos» en nuestra escritura ahora que hace 13 años, y lo somos menos, tanto entonces como actualmente, que nuestros colegas que publican en inglés. En el caso de las revistas anglosajonas cabe aún un atisbo de esperanza. En 1993 el entonces director de Lancet señalaba su satisfacción por la tímida entrada de la voz activa en el inglés de las revistas médicas 12. Los resultados de nuestra revisión parecen darle la razón. Quizá como consecuencia de un cierto número de artículos denostando el uso de la voz pasiva y, creemos, por una mayor difusión y seguimiento de los manuales de estilo en EE.UU., no es infrecuente encontrar expresiones como «we present» o «we conclude»; incluso en el apartado de material y métodos es posible hallar enunciados, prácticamente imposibles de encontrar en España, como «we calculated the age-specificic incidence...» 13 o «we limited our study...» 14. Otra posible explicación del cambio observado en las revistas estadounidenses es que la literatura es una enseñanza reglada en un número creciente de facultades de medicina en ese país: un tercio de ellas en 1994 15 y tres cuartas partes en el año 2000 16. Mientras tanto, en las revistas españolas, cada vez más, parece que los límites del trabajo son establecidos por las meigas, los enfermos se incluyen espontáneamente a sí mismos en los estudios, los cálculos se hacen solos, la decisión de qué análisis estadístico se aplica fue tomada por Pascal hace tres siglos al establecer las bases de la teoría de probabilidades, y las conclusiones se generan espontáneamente. Al inicio de la discusión señalábamos la existencia de varias y excelentes revisiones sobre las razones por las que se ha ido introduciendo la construcción pasiva en
la literatura médica. Lo que ya es más difícil de explicar es por qué este estado de cosas se mantiene, e incluso en España empeora, cuando la mayoría de los que han reflexionado al respecto y los manuales de estilo recomiendan en principio el uso de la voz activa. Escasos son los críticos del abuso de la pasiva que se pronuncian y osan atribuir la responsabilidad a revisores y comités de redacción: «La presión de los revisores puede explicar por qué persiste el hábito. Un joven científico que trata de escibir bien se estrella. Para evitar el riesgo de inflamar a un revisor y de que su artículo sea rechazado, desiste» 17. En España, Ordóñez llegó a sentar la siguiente recomendación: «En una revista biomédica no deben coincidir (salvo honrosas excepciones) el experto científico y el corrector de estilo» 2. Algún herético ha llegado a proponer en Nature 18 que los editores no sean científicos, sino escritores. Creemos, pues, que la correción del actual predominio de la voz pasiva en la escritura médica pasa por una reflexión profunda de cada autor acerca de su estilo; quizá convenga, en la práctica, seguir la irónica recomendación de Christy de no leer ninguna revista médica la semana antes de empezar la escritura de un artículo 7. Más importante aún sería que los revisores y los comités de redacción tuvieran una actuación más acorde con las recomendaciones de los (a veces, sus propios) manuales de estilo. Lo que está claro es que, de seguir la actual tendencia, «ya no habrá un nosotros que exija, reivindique, resista y, menos aún, decida. El impersonal se (la forma inauténtica por excelencia en la que cada uno se disuelve en la banalidad mediocre y pierde su identidad y responsabilidad) decidirá lo que convenga»19. BIBLIOGRAFÍA 1. Navarro F, Hernández F, Rodríguez-Villanueva L. Uso y abuso de la voz pasiva en el lenguaje médico escrito. Med Clin 1994;103:461-4. 2. Ordóñez A, Chacón JI, Michán AL. El eclipse de los autores médicos. Med Clin 1991;97:198. 3. Medicina clínica. Manual de estilo. Publicaciones biomédicas. Barcelona: Ediciones Doyma; 1993. 4. Strunk W, White EB. The elements of style. 3rd ed. New York: MacMillan Publishing Co Inc.; 1979. p.18. 5. Yankauer A. Books/Style: American Medical Association Manual of style: a guide for authors and editors. JAMA 1998;279:1752-3. 6. Schapira C, Schapira D. Portrait of the scientist as a frustrated writer. Am J Med 1989;87:434-6. 7. Christy NP. The passive voice is deemed to be bad. Hosp Pract 1984; 19:155-9 8. Cooter M. Putting on the style [editorial]. BMJ 1999;319:1592. 9. Leather SR. The case for the passive voice. Nature 1996;381:467 10. Einstein A. The principle of relativity: a collection of original memoirs on the special and general theory of relativity. New York: Dover; 1952. p. 37-8. Citado en: Locke D. La ciencia como escritura. Madrid: Cátedra; 1997. p. 147 11. Watson JD, Crick FHC. Molecular structure of nucleic acids: a structure for deoxyribose nucleic acid. Nature 1953;171:737-8. 12. Galloway J, Fox R. The lancet: the incisive medical journal. Helix 1993; 2:4-9. 13. Vijan S, Hwang EW, Hofer TP, Hayward RA. Which colon cancer screening test? A comparison of costs, effectiveness and compliance. Am J Med 2001;11:593-601. 14. Legro RS, Kunselman AR, Dunaif A. Prevalence and predictors of dyslipidemia in women with polycistic ovary syndrome. Am J Med 2001;11: 607-13. 15. Charon R, Banks JT, Connelly JE, Hawkins AH, Hunter KM, Jones AH, et al. Literature and medicine: contributions to clinical practice. Ann Intern Med 1995;122:599-606. 16. Charon R. Reading, writing and doctoring: literature and medicine. Am J Med Sci 2000;319:285-91. 17. Avery L. Write to reply. Nature 1996;379:293 18. Gregory MW. The infectiousness of pompous prose. Nature 1992; 360:11-2. 19. Herrero de Miñón M. La eficacia del se. El País, 16 de marzo de 2002. p. 15-6.
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