Rev Esp Patol. 2014;47(3):135---136
Patología R E V I S TA
E S PA Ñ O L A
D E
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EDITORIAL
Diagnosticar de oído Diagnosis by ear Yo vuelvo por mis alas, dejadme volver. Quiero morirme siendo, siendo amanecer. Quiero morirme siendo, siendo ayer. Federico García Lorca En Barcelona, y supongo que en la mayoría de las grandes ciudades, anta˜ no cuando las plazas de aparcamiento eran muy escasas, aparcar era más que difícil. Encontrar un agujero donde meter el buga era un milagro. Cuando uno tenía la suerte de hallar un hueco, allí se metía haciendo mil maniobras y bajo el ruido de los parachoques. Vamos, que se aparcaba a oído, lo que le decía el ruido, gran proeza. Los patólogos que peinamos canas y sobre todo los que nos han precedido, hemos diagnosticado basándonos en los rasgos morfológicos que presentaban las diversas patologías y disponíamos de algunas tinciones de histoquímica que nos ayudaban lo suyo. Las tinciones de PAS, el tricrómico de Masson, el mucicarmin de Mayer, la reticulina, un buen número de reacciones químicas que nos facilitaban el realizar un diagnóstico más que brillante y sobre todo que ayudaban a nuestros colegas médicos, cirujanos, oncólogos a pautar sus tratamientos o pruebas complementarias pertinentes. Se puede decir que se hacía ¡un diagnóstico al servicio del paciente! Con el progreso, nos llegaron las técnicas de inmunohistoquímica, un lujo asiático que nos precisan la línea celular e inclusive el clon celular. Tuvimos que aprender eso de monoclonal, policlonal, la cepa tal o cual. Poco a poco se fueron introduciendo en nuestros servicios marcadores para casi todo. En vista de los adelantos de un diagnóstico cada vez más preciso, las casas comerciales y los centros de investigación fueron produciendo y produciendo más y más marcadores, que por marcar nos marcan hasta la raíz del pelo. Un exitazo para precisar los diagnósticos y poder
realizar unos tratamientos más precisos con un pronóstico inmejorable. En los tiempos que transcurren, unas y otras técnicas las podemos realizar de forma automatizada mediante aparatosas máquinas que solo nos piden poner portas con sus códigos de barras. Son estas máquinas las que realizan de una forma precisa las diversas, las variadas técnicas de histoquímica, de inmunofluorescencia o de inmunohistoquímica. Se acabó la precariedad y sobre todo la imprecisión de los resultados. Un lujo al alcance de la mayoría de los servicios de patología, que nos viene servido por un muy determinado número de proveedores, cada vez más selectos. Nos sentíamos satisfechos por conseguir unos diagnósticos más que brillantes, que en la mayoría de las ocasiones los clínicos no entendían. En nuestros informes figuraban y siguen figurando: positivo para EMA, CEA, caspasas, CD20, HMB45 y negativos para CD117, cromogranina, enolasa, etc. Una jerga que ha ido en aumento en relación con las posibilidades de nuestros servicios/laboratorios en adquirir más y más anticuerpos. Los listados se han hecho cada vez más largos y en la actualidad podemos disponer de un anticuerpo más que específico para una proteína determinada o para la fracción molecular deseada. Un grandioso avance con el que poder hacer un diagnóstico más que preciso, solo es cuestión de marcar y remarcar ya que disponemos cada vez de más anticuerpos con los que realizar el inmunofenotipo tumoral o el genotipo o el genoproducto de la raíz de la célula al cubo por la variante de chi2 . Todo esto ha llevado a tener que disponer en nuestros servicios y en nuestras neveras de multitud de frasquitos con los más y mejores monoclonales o policlonales, y de seguir así, vamos a llegar hasta a los anticuerpos nanomoleculares. ¿Quién ha ganado con todo esto? Para ser pragmáticos, los pacientes; para ser realistas los patólogos; pero para ser justos, los productores de la mercancía. No contentos con estos resultados y como la ciencia avanza que es un contento, van y ahora nos ofrecen la genética, la citogenética, la patología molecular, el estudio submicroscópico de las alteraciones patológicas, las alteraciones cromosómicas, genéticas, genotransciptadas (y lo
http://dx.doi.org/10.1016/j.patol.2014.06.001 1699-8855/© 2014 SEAP y SEC. Publicado por Elsevier España, S.L. Todos los derechos reservados.
136 que nos viene). Nuevas herramientas, instrumentaciones y maquinarias que nos llevan a la ciencia ficción. Secuenciadores, deslizadores de genes, citocoloraciones que marcan los cromosomas, las partículas moleculares, los avances en plasmónica, los microfluidos, la química de superficie. Avances que van a llevar a la nanofabricación, a los nanochips, a las nanopartículas de oro. A un mundo que a mí se me escapa y en el que con todos estos adelantos son necesarios en nuestros laboratorios biólogos moleculares, ingenieros genéticos, ingenieros de nanopartículas. En resumen, que el patólogo conocido como tal, o se modifica o se muere. Indudablemente es un grandioso beneficio para nuestros pacientes, para los enfermos, para los pacientes oncológicos que cada vez más necesitan de un tratamiento personalizado, de un tratamiento ultraselectivo. Si se lo contara a mi padre, ya no digo a mi abuelo, diría que todo es ciencia ficción, que no puede ser y que adónde llegaremos. En breve serán las máquinas las que diagnostiquen, las que programen los tratamientos y que por medio de modificaciones genéticas resuelvan todo. Mientras esto llega y tocando con los pies en el suelo, los patólogos actuales hemos caído en las redes del poder. No podemos prescindir de lo que nos marcan, nos están encasillando y estamos perdiendo la morfología. Diagnosticamos de oído, por lo que nos pautan las grandes compa˜ nías, los círculos del poder. Protocolizamos lo que nos dicen y ello nos llevará a ser como los bioquímicos de los actuales laboratorios, que básicamente equilibran las máquinas, los instrumentos y validan los números, las cifras, los guarismos. Siempre he creído y comentado que a la corta o la no tan corta dispondremos de un robot que, una vez introducida la
EDITORIAL historia, las analíticas, las evoluciones clínicas, la genética y todo lo que uno quiera pensar, con más o menos rapidez, nos dará un diagnóstico, o mejor, nos solucionará los problemas de salud de los clientes, y todo resuelto. Así, esperando y no desesperando, uno que ya está en la rampa de lanzamiento se acuerda de las cosas pasadas, de las leídas, de las estudiadas y de las no olvidadas. Le viene a la mente la poesía de García Lorca y recuerda el poema que abre el presente escrito y cree, está convencido, que si los patólogos y cada vez más patólogas de nuestro país no volvemos por nuestras alas, por nuestras bases (citología, biopsia, autopsia), moriremos como patólogos. Recuerdo que el eminente patólogo Juan Rosai ha expuesto en múltiples reuniones científicas que cuando todas las técnicas, tinciones y demás que hemos realizado orientan a un diagnóstico, siempre debemos volver a la hematoxilinaeosina para valorar el caso. Indudablemente no renuncio del progreso, pero si nos alejamos de lo básico, llegaremos a diagnosticar de oído, por lo que nos manden y pauten, será entonces cuando dejaremos de ser patólogos. La PATOLOGÍA no se debe alejar de los diagnósticos, de los pacientes, es la herramienta básica para un diagnóstico certero, y debemos defenderla para que siempre sea el puntal donde radica la salud de los enfermos. Emilio Mayayo Hospital Universitario de Tarragona Juan XXIII, Facultad de na Medicina. Universitat Rovira i Virgili„ Tarragona, Espa˜ Correo electrónico:
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