La satisfacción con el tratamiento

La satisfacción con el tratamiento

EDITORIAL La satisfacción con el tratamiento 100.847 Xavier Badia Health Outcomes Research Europe. Barcelona. España. Durante las últimas décadas, ...

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EDITORIAL

La satisfacción con el tratamiento 100.847

Xavier Badia Health Outcomes Research Europe. Barcelona. España.

Durante las últimas décadas, el interés en la medición de la satisfacción del paciente con los cuidados sanitarios ha ido en aumento debido a que el paciente tiene un papel cada vez más activo en la toma de decisiones como consumidor de servicios sanitarios1. La satisfacción con el tratamiento forma parte de la satisfacción con los cuidados sanitarios. Como en otras empresas que proveen de bienes y servicios, como los automóviles o los productos alimentarios, la industria farmacéutica, que fabrica los medicamentos y productos sanitarios, también se hace preguntas sobre la satisfacción de los consumidores hacia sus productos. ¿Cuán satisfecho está un paciente respecto a un determinado tratamiento o en relación con otros tratamientos? La producción creciente de instrumentos de medición o cuestionarios centrados en el paciente sobre la satisfacción con la calidad asistencial, la satisfacción con los tratamientos o de calidad de vida relacionada con la salud (CVRS) son un reflejo de esta nueva filosofía que, de esta forma, quiere «cuantificar» la opinión de los pacientes y consumidores2. La satisfacción con el tratamiento se puede definir como la evaluación del proceso de la toma del tratamiento y sus resultados asociados3. Otra definición, basada en las teorías psicosociales, es la que hace hincapié en la actitud del paciente frente a las diferentes dimensiones que componen el tratamiento, relacionando las expectativas del paciente con lo que ocurre en realidad4. La satisfacción se mide a través de cuestionarios estandarizados y validados que son cumplimentados por los pacientes que reciben el tratamiento5. Las dimensiones de la satisfacción terapéutica son diversas y dependen del tipo de tratamiento; las más comunes son las siguientes: el alivio del síntoma o la eficacia del tratamiento en su desaparición o en la curación de la enfermedad; la satisfacción asociada al perfil de tolerabilidad del fármaco (algunos tratamientos pueden ser percibidos por el paciente como «peores que la enfermedad» si sus efectos adversos son importantes); la facilidad de administración y conveniencia, incluyendo la posología; el modo de administración (inyección, parche, tableta); las restricciones asociadas con la toma de la medicación (evitar ciertos alimentos, toma con las comidas), y los aspectos relacionados con el diseño (portabilidad). También se incluye la satisfacción con el impacto del tratamiento en las dimensiones de la CVRS como la función física o la psicológica. Finalmente, hay que evaluar la satisfacción general con el tratamiento o de si lo recomendaría a otros pacientes con el mismo problema de salud.

Correspondencia: Dr. X. Badia. Health Outcomes Research Europe. Avda. Diagonal, 618, 1.º C. 08021 Barcelona. España. Correo electrónico: [email protected] Recibido el 7-4-2005; aceptado para su publicación el 11-4-2005.

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En general, la satisfacción con el tratamiento se puede medir siempre, pero es especialmente recomendable hacerlo en las siguientes circunstancias: cuando un tratamiento ofrece ventajas y desventajas respecto a otro en términos de eficacia; cuando los tratamientos son de eficacia similar pero tienen un modo diferente de administración u otros factores que pueden afectar a la conveniencia, o cuando tienen un diferente perfil de tolerabilidad. Especialmente importante es medir la satisfacción en los casos de terapias crónicas, ya que el paciente debe recibir el tratamiento durante un período largo y puede ofrecer una ventaja respecto a otros6. ¿Por qué debemos medir la satisfacción con el tratamiento? En primer lugar, la satisfacción con el tratamiento puede estar relacionada con la adherencia a éste. Un paciente más satisfecho toma la medicación correctamente durante el tiempo prescrito, lo que hace que se consiga el resultado terapéutico deseado. En segundo lugar, la satisfacción con el tratamiento debe estar relacionada con las preferencias del paciente. En el caso de que el paciente pueda haber tenido la oportunidad de probar distintos tratamientos, su elección se basará en el tratamiento con el que esté más satisfecho. En tercer lugar, la información sobre la satisfacción con el tratamiento debe permitir a la industria farmacéutica mejorar los productos farmacológicos existentes. La medición de la satisfacción con el tratamiento no es simple y, en la mayoría de estudios en los que se mide falta un marco conceptual que permita la interpretación de los resultados, especialmente cuando se relaciona la satisfacción con otras medidas, como la adherencia, las preferencias o la salud percibida por el paciente7. Todavía existen pocos estudios que relacionen la satisfacción con otros indicadores clínicos o de salud percibida; algunos estudios han observado que una de las dimensiones más sensibles a los cambios en los parámetros clínicos en pacientes diabéticos fue la de satisfacción con el tratamiento5. Pero también hay estudios que no ven tan clara esta relación8. Es necesario seguir investigando para conocer si la correlación entre la satisfacción con el tratamiento y los parámetros clínicos es similar a la encontrada entre éstos y otras variables de salud percibida, como la CVRS, donde la correlación es baja en la mayor parte de los estudios7. Estudios recientes han demostrado que la relación entre la satisfacción con el tratamiento, la adherencia terapéutica y la efectividad a menudo es estrecha9. La fuerza de la relación entre la satisfacción, las preferencias y las medidas clínicas o de salud percibida puede depender de las características de las enfermedades y de los tratamientos. Los aspectos que más importan a un paciente que tiene una enfermedad crónica asintomática, como la hipertensión arterial (HTA), serán diferentes de los aspectos que más importan a un paciente con una enfermedad crónica sintomática, como la artritis. En el primer caso, es posible que se prefiera la comodidad en la pauta de administra28

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ción, mientras que en el segundo caso se dé mayor importancia a otros aspectos, como el control de los episodios de dolor en el menor tiempo posible. Del mismo modo, la satisfacción con un tratamiento administrado en un hospital de día puede ser mayor al de su administración en el domicilio si los pacientes valoran más la seguridad que implica el contacto con profesionales sanitarios o con otros pacientes que tienen el mismo problema de salud. Hasta el momento se han desarrollado pocos cuestionarios para evaluar la satisfacción con el tratamiento, y todavía es escasa la publicación de cuestionarios de satisfacción validados en población española10-12. La mayoría de los cuestionarios de satisfacción con los tratamientos son adaptaciones culturales de cuestionarios ya validados, como es el caso del cuestionario Arthritis Treatment Satisfaction Questionnaire (ARTS) en la artritis13. Estas adaptaciones culturales deben realizarse según normas aceptadas internacionalmente14. La ventaja de adaptar y validar cuestionarios es que permite comparar resultados entre diferentes culturas y países15. Ésta es la aportación principal del artículo de Ruiz et al publicado en este número de MEDICINA CLÍNICA, que pone a disposición de los profesionales sanitarios un cuestionario de satisfacción con el tratamiento en una afección como la artritis, en la que frecuentemente el tratamiento debe administrarse de manera crónica. La investigación de la satisfacción con el tratamiento todavía se está iniciando y es un campo en el que aún quedan muchos aspectos por conocer y analizar. El carácter crónico de muchos procesos en los que los cambios terapéuticos son frecuentes, el creciente número de medicamentos disponibles en el mercado para un mismo trastorno y el mayor acceso a la información por parte del paciente hacen que éste desee cada vez más participar en la toma de decisiones sobre su tratamiento y que el profesional sanitario deba considerar más su opinión. Con relación a este último punto, sería interesante que se evaluaran cuestionarios que analicen el grado de influencia que tiene el profesional sanitario y otras fuentes de información, como internet, sobre las expectativas que se crea el paciente respecto a su tratamiento y que sin duda, tendrán un efecto en su percepción y la valoración de la satisfacción con el tratamiento. Sin embargo, el mayor problema de la evaluación de la satisfacción con el tratamiento, como con otras medidas de salud percibida, es que, a pesar de contar con instrumentos de medición váli-

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dos y robustos, no se ha investigado mucho su utilidad real en la práctica clínica habitual. ¿Debemos preguntar a los pacientes que reciben un nuevo tratamiento sobre su satisfacción con él de manera sistemática? ¿Y respecto a otros tratamientos? ¿Cómo se incorpora esta información en la toma de decisiones clínica? Existe todavía muy poco conocimiento sobre este aspecto que, a mi juicio, es crucial para que esta información se integre de manera sistemática en el proceso de toma de decisiones; de otra forma, será un instrumento más desarrollado por algunos investigadores interesados en el tema.

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