CARTAS AL EDITOR
Este aspecto es mucho más relevante en el contexto de las intervenciones farmacológicas preventivas, donde la cantidad, complejidad y sutileza de las evidencias adquieren caracteres escolásticos y la interpretación global cobra una importancia esencial. 3. No existe la objetividad pura, y la MBE implícita y explícitamente pregona lo contrario. Reconocer la presencia de lo subjetivo en la valoración de la producción científica, incluso en la estadística, como aclara Silva7, no equivale a defender la arbitrariedad. Todo lo contrario, permite promover que la interpretación de los datos empíricos vaya más allá de las simplificaciones numéricas, dotando a los análisis de profundidad histórica y contextual. 4. Finalmente, los editores de revistas, en la declaración aludida al comienzo, ponen el dedo en una llaga definitiva. Afirman: «Es particularmente probable que, con independencia de su interés científico, los resultados de los ensayos que pongan en riesgo intereses financieros, permanezcan sin publicar y ocultos al acceso público. [..] Si todos los ensayos, desde su inicio, estuvieran registrados en un depósito público, la existencia de cada ensayo sería pública, y los investigadores podrían disponer del rango completo de la evidencia clínica. Hoy día estamos lejos de ese ideal».1 Los editores están proclamando que lo que pomposamente la MBE denomina «las mejores evidencias disponibles» son aquellas evidencias que la industria ha querido que fueran las evidencias disponibles. De hecho, ya se ha puesto de manifiesto la interacción entre autores de guías de practica clínica e industria8.
No nos llevemos a engaño: la investigación terapéutica contemporánea tiene un problema terrible y es que está mediada por el interés. No se trata ahora de juzgar la medicina de nuestro tiempo, pero sí de tener presente este hecho cuando analizamos las «evidencias disponibles» y marcar una cierta distancia intelectual en forma de paréntesis escéptico. Félix Miguel García Dirección Técnica de Farmacia de SACYL. Valladolid. España.
1. De Angelis C, Drazen JM, Frizelle FA, Haug C, Hoey J, Horton R, et al. Clinical trial registration. A statement from the International Committee of Medical Journal Editors. JAMA. 2004;292:1363-4. 2. Miguel F. Limitaciones y subterfugios de la medicina basada en la evidencia. Med Clin (Barc). 2003;120:197. 3. Peiró S. Limitaciones y subterfugios de la medicina basada en la evidencia [respuesta del autor]. Med Clin (Barc). 2003;120:197-8. 4. Evidence-Based Medicine Working Group. EvidenceBased Medicine. A new approach to teaching the practice of medicine. JAMA. 1992;268: 2.420-5. 5. Cholesterol and statins. Extra, april 2004. Disponible en: www.ebandolier.com 6. Gabriel R, Gamero F, Palacios S. Eficacia y utilidad de raloxifeno en la prevención y tratamiento de la osteoporosis posmenopáusica. Evidence-Based Medicine (ed. esp.) 2004;3:87-90. 7. Silva LC. Apuntes sobre subjetividad y estadística en la investigación en salud. Revista Cubana de Salud Pública. 2003;29:170-3. 8. Choudhry NK, Stelfox HT, Detsky AS. Relationships between authors of clinical practice guidelines and the pharmaceutical industry. JAMA. 2002;287:612-7.
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Picadura por coral de fuego Sr. Editor: He leído con interés la carta de Nogué S et al titulada «Picadura por coral de fuego: un riesgo asociado al turismo en aguas tropicales»1 publicada recientemente en MEDICINA
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Med Clin (Barc). 2005;124(6):237-9
CLÍNICA y quiero hacer un par de comentarios en relación con algunas afirmaciones que se hacen en ella y que tienen que ver con cuestiones más del submarinismo que puramente médicas. En primer lugar, en el artículo se realiza una división de las actividades submarinas en diving y snorkelling, según se utilice o no equipo de buceo, que es fundamentalmente errónea. Bucear (en inglés, diving) según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, es nadar debajo del agua, con todo el cuerpo sumergido, independientemente de los equipos que se utilicen para ello. Sin pretender hacer una breve historia del buceo, desde un punto de vista simplificador existen dos formas principales de bucear2-6: la más antigua y sencilla, que en español se denomina buceo a pulmón libre o en apnea (en inglés, free breath-hold diving o free diving), que consiste en sumergirse bajo las aguas conteniendo la respiración o manteniendo el resuello, habitualmente con la ayuda de un equipo elemental que debe incluir, al menos, unas gafas o máscara que permita ver bajo el agua, y que suele completarse a menudo con unas aletas, pero que puede llevarse a cabo con material mucho más sofisticado compuesto, además, por traje isotérmico, cinturón lastrado, boya de señalización, reloj submarino, cuchillo y otros; cuando esta práctica se limita principalmente a nadar en la superficie del agua utilizando un tubo (en inglés, snorkel) que permite respirar cómodamente mientras puede contemplarse el fascinante mundo submarino, la actividad suele denominarse buceo de superficie (en inglés snorkelling, shallow water diving o skin diving); los que realizan esta práctica submarina también efectúan inmersiones manteniendo la respiración. La segunda manera de bucear y que se ha popularizado bastante en los últimos años es la que se denomina en español buceo con escafandra autónoma (en inglés, SCUBA diving; SCUBA son las siglas de SelfContained Underwater Breathing Apparatus)7, que consiste en utilizar, además del equipo antes mencionado para el buceo en apnea, necesariamente una o más botellas de aire comprimido y un aparato regulador que permita su inhalación a la presión ambiente y su exhalación en el interior del agua; el equipo suele completarse con un chaleco compensador de la flotabilidad y requiere otros sistemas de seguridad, como manómetro, profundímetro, tablas de descompresión, etc. Aunque no utilicen botellas ni equipos sofisticados, también bucean de pleno derecho los que se sumergen tan sólo unos pocos metros bastante cerca de la orilla, los que descienden mucho más en la práctica de la pesca submarina alejados del litoral8, los célebres pescadores japoneses de perlas y los superhombres que, como el legendario Jacques Mayol, o más recientemente Umberto Pellizzari9, Francisco «Pipín» Ferreras y Gianluca Genoni, entre otros, son capaces de bajar en apnea a profundidades superiores al hectómetro. Por último, imagino que será una errata que la actinia y la anémona son peces cuando se refieren a que son animales invertebrados, cuya clasificación zoológica es metazoos, Phylum cnidaria (o celentéros), clase antozoos y subclase zoantarios (hexacorolarios).
1. Nogué S, Sanz-Gallén P, Gili JM, Pagés F. Picadura por coral de fuego: un riesgo asociado al turismo en aguas tropicales. Med Clin (Barc). 2004; 123:277-8. 2. Council for National Cooperation in Aquatics. Manual de submarinismo. Barcelona: Martínez Roca; 1990. 3. Sykes JJW. Fortnightly Review: Medical aspects of SCUBA diving. BMJ. 1994;308:1483-8. 4. Sala-Sanjaume J, Desola Alá J, Gerónimo Blasco C. Síndrome de hiperpresión intratorácica en un buceador en apnea. Med Clin (Barc). 1998;111: 798. 5. Wilmshurst P. Diving and oxygen. BMJ. 1998;317 996-9. 6. British Thoracic Society guidelines on respiratory aspects of fitness for diving. Thorax 2003;58:3-13. 7. Russi EW. Diving and the risk of barotrauma. Thorax.1998;53 Suppl 2:S20-4. 8. Ribera A. La pesca submarina. Barcelona: Hispano Europea, 1986. 9. Lindholm P. Severe hipoxemia during apnea in humans: influence of cardiovascular responses. Stockholm: Karolinska University Press, 2002.
97.186 Sr. Editor: Al remitir el manuscrito sobre la picadura por coral de fuego1, nuestro objetivo era llamar la atención sobre el riesgo que comportan algunas actividades recreativas en el mar, diferenciando entre el submarinismo con equipos de buceo (diving) o sin ellos (snorkelling). El snorkelling se realiza habitualmente a muy poca profundidad, casi siempre en la superficie, y consiste en observar el fondo marino mediante unas gafas de buceo. En este caso, el bañista, más que buceador, puede sumergirse a pulmón libre. Normalmente, esta actividad se hace sin traje de buceo, sólo con el bañador, por lo que el roce con los corales es muy problable, especialmente en la barrera del arrecife, donde proliferan los corales de fuego, situados a muy poca distancia de la superficie. En las aguas marinas donde hay corales sería, pues, prudente que los bañistas se sumergiesen en el agua con precauciones y con una mínima protección personal, como la que se utiliza, en ocasiones, para practicar el windsurf. En cambio, en el diving, el buceador con escafandra autónoma suele ir equipado con un traje de neopreno, debido al largo tiempo que va a permanecer bajo el agua y a los inconvenientes del frío, por lo que se reduce mucho el riesgo de contacto o roce con los corales, especialmente si se utilizan guantes apropiados. Estamos de acuerdo con López-Jiménez en que al referirnos a los animales acuáticos venenosos nos referíamos tanto a algunos peces, como la escórpora o el pez araña, como a ciertos invertebrados dotados de aparatos inoculadores, como la actinia o la anémona. Los interesados por temas relacionados con la medicina del mar pueden consultar libremente las páginas web de la Sociedad Española de Medicina Marítima (http://www.semm.org) y del Instituto de Ciencias del Mar (http://www. icm.csic.es), desde donde tendrán acceso a las revistas Medicina Marítima y Scientia Marina y a información adicional sobre las picaduras por medusas (http://www.icm.csic.es/bio/ outmed_c.htm).
Luciano López Jiménez
Santiago Noguéa, Pere Sanz-Galléna, José María Gilib y Francesc Pagésb
Servicio de Medicina Interna. Hospital Universitario Reina Sofía. Córdoba. España.
a Unidad de Toxicología Clínica. Hospital Clínic de Barcelona. Barcelona. bInstituto de Ciencias del Mar. Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Barcelona. España.
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